La guerra ha sido declarada III
Por: Gerald Rodríguez.
En esta contienda por preservar el libro físico, por no ceder mayor campo al libro virtual que quiere suplantarlo, la lucha se ha puesto seria y todo lo que se está haciendo es para demostrar por qué el libro físico nunca podrá desaparecer.
En el 2012, la editorial Tierra Nueva – Iquitos, ha promovido el proyecto: “Mejorando los niveles de comprensión lectora en nuestros estudiantes de 5° de secundaria”, expandiéndose por las provincias de Maynas, Loreto – Nauta y Requena. En lo que concierne a la provincia de Requena, Tierra Nueva ha logrado repartir a diez colegios de la ciudad, y de algunas comunas ribereñas, 1,521 libros, todos de autores loretanos, entre poesía, cuentos, novelas, crónicas y ensayos históricos. Cada alumno tuvo la oportunidad primigenia de poder estar frente a una obra literaria y no a un recetario de lecturas fragmentadas y fuera de nuestro contexto regional. Eran leídas y trabajadas en las aulas con una dedicación de dos horas por semanas. En la oportunidad que tuve de haber estado monitoreando este proyecto en la provincia de Requena, he llegado a estar en algunas comunidades donde el proyecto estaba realizándose, como Flor de Punga, Tamanco, San José del Maquía. Nada sorprendente era cuando salía por la tarde después del trabajo de monitoreo, o de algún rincón de la comuna, ver a los chicos andando con libro en mano, sentados en la plazuela, o alrededor de la cancha de fútbol, leyendo y conversando entre ellos sobre el libro y tratando de dar con los trabajos asignados por el docente. La emoción que cargaban en sus ojos era la misma emoción de un lector ávido por querer saber lo que dice el libro. Sus manitos retrocediendo páginas, adelantándolas; el volver a leer el suceso, revisar el apunte de tal página, la manipulación del libro para poder lograr con lo trazado que solo el libro físico lo puede dar. La misma emoción, cuando entraba a las aulas para hacer la entrega personal de los libros a los alumnos, era casi inexplicable porque en sus ojos brillaba la portada del libro, sus manos sudaban y tenían que secarse en el regazo para luego abrir con delicadeza las primeras páginas. Leer el título del libro, agarrarlo, sentir esa emoción que solo el libro físico puede hacernos experimentar. Fue en una oportunidad que un alumno, de una institución donde se estaba aplicando el proyecto, le preguntó a la profesora si el libro que yo estaba repartiendo era una obra literaria. Era lógico que la duda asaltara esa mente porque en la escasa biblioteca del colegio no existía ni tan solo una obra literaria. Solo libros de recetario de fragmentos de otros libros entregados por el Ministerio de Educación. La misma pobreza de aquellos alumnos no les permitía dar con las obras literarias que el Diseño Curricular Nacional sugiere para tales grados, que además, llegan a costar demasiado. Y lo que tienen que hacer muchas veces, para poder dar con algún referente de las obras literarias mandadas a buscar, es comparar las versiones pequeñas, piratas, cortadas y denigrantes. La profesora mirando el libro, le dijo que sí, que eso era una verdadera obra literaria. El chico vio la afirmación de la profesora viendo el grosor del libro, palpando esas páginas y ávido de querer saber de qué trataba.
De esta manera se llegó con muchos libros a distintos puntos de la provincia. Estas intenciones nunca buscaron ganancias económicas, sino beneficiar al quien necesita. En muchos colegios, como en los que he monitoreado, sé que están escasos de libros y que van a necesitar de estos tipos de proyectos. Yo sé que no es posible una escuela sin biblioteca y en nuestra región eso es una realidad. No sé si con la pobreza de nuestros pueblos el e-book podrá suplantar aquel objeto que no se ha de malograr a pesar que es de papel, como son preparados esos aparatos que no llegan a pasar de los dos años, y que además que vienen con la sangre de la República Democrática del Congo. En cambio el libro estará siempre en algún lugar del estante, sin mancha, esperando a su lector, niño, joven o adulto. El libro seguirá siempre triunfante.