Es feriado, como dirían los jóvenes, y mi cuerpo lo sabe. Mi mente lo sabe y, como hace varias lunas, después de la avena y el bicarbonato de sodio con su dosis de agua, intento desligarme de la realidad leyendo poesía. Admirando a los poetas. Siguiendo sigilosamente la creación de las poetisas. Añorando las conversaciones sobre la vida y la muerte que practicábamos antes, cuando andaban menos dispersos por el mundo. Abusando de los gerundios. Tratando de entender la vida desde y con poesía, me encuentro con una de las creaciones de la señora Ana Varela Tafur, que en abril del 2010 publicó Tierra Nueva y que, recibió este texto de Rodolfo Hinostroza: “Lo que no veo en visiones, libro cuya excelente factura impresiona desde el primer momento, tanto por su madurez formal como por su manejo de una economía expresiva intensa y eficaz, que dibuja escenarios fabulosos o simplemente amazónicos, e imprime un carácter dramático a sus poemas iluminados por brillantes imágenes”. De los veintiocho poemas leídos, releo el de la página 61, el que ocupa el puesto veintitrés. Llama la atención la pulcritud de las palabras, la exactitud de los signos de puntuación. Señores, esto es poesía. Pertenece a Ana Varela Tafur, Premio Copé de Poesía 1991. Amazónica ¿exiliada? Sobra la pregunta pero nunca faltará una respuesta. Gracias Anita, porque desde los yunaites estás más vigente que varios presentes.
TROMPA DE FALOPIO
Sólo ocupaciones
de espermas
decretándose
entre mis muslos
(puro artificio de cálculo:
álgebra y estigma
de tus destrezas).
Allí
tu situado miembro
dictando mi punto de gravedad,
y en mi trompa de Falopio,
tu carnadita cotidiana
sometiéndome
vivita y coleando.
Entonces,
entre tus líquidos
calientes/olientes
tus quemantes mandatos,
fulminan
mi cuerpo.