Gastos inútiles entre las aguas 

En nuestras cotidianas desgracias, en nuestro deplorable atraso, es impresionante cómo se puede tropezar mil, o hasta un millón de veces, con la misma piedra gigantesca, con idéntica quiruma visible hasta en las tinieblas. La creciente, la inundación, el desborde de las aguas, viene con abuela y suegra esta vez. Y los últimos planes de emergencia, o gastos inútiles o arrojo de fortunas al agua, se vienen afinando a grandes carreras, a trancas y barrancas, a la topa tolondra. La última entidad que procedió a nivelarse fue la edilidad de Punchana. El pasado 10 de enero del año que vuela, ayer mismo, la aludida entidad lanzó su Plan de Operaciones de Emergencia para afrontar las inundaciones del 2013.

En cualquier parte de la historia humana, la creciente es una oportunidad. No una desgracia con puentes de mala madera, con frágiles defensas, con carpas transitorias, con damnificados en lugares equívocos, con fugitivos de la frontera hacia países vecinos y con exagerados gastos que no solucionan nada cada año. Egipto era un don del Nilo porque sus moradores se aprovechaban también de la renovación de la tierra cercana que auspiciaban las inundaciones. Los ahora momificados faraones sabían aprovechar las ventajas de las crecientes.

Entre nosotros, los antiguos selváticos, antes de la imposición de modelos ajenos de poblamiento, no existían asentamientos en tierras bajas. Los primeros cronistas siempre escribieron sobre poblaciones en tierras altas, sobre aldeas lejos de las repetidas crecientes. Los oriundos se manejaban con destreza entre las alzadas aguas. Otros se dedicaban al comercio en esas condiciones. Los fundos perdidos, las cosechas naufragadas, los gastos para afrontar las crecientes, son inventos modernos surgidos de la ignorancia de las condiciones del medio y de la habilidad del hombre ancestral. Para enfrentar de verdad a las inundaciones habría, entonces, que mirarnos en el propio espejo, en la sabiduría de los primeros pobladores de estas tierras.