FUERA DE JUEGO

En el ejercicio del poder pizarrino o peruano no es recomendable la presencia de cualquier familiar o pariente o yunta o yanaso o pata. El señor Juan Leguía, por ejemplo, hizo de las suyas durante el largo gobierno de su hermano Augusto Bernardino. Contribuyó con sus afiladas garras, su vinculación a los bajos fondos, a que el régimen del oncenio fuera uno de los más corruptos de la historia republicana. El más corrupto de toda nuestra historia, hasta ahora, fue el del ingeniero Alberto Fujimori, y consta en cifras, en montos, en datos. El otro pariente que no tenía llenadero era Pablo Ernesto, hermano de don Luis Miguel Sánchez Cerro.

El aludido ocupó un alto cargo durante ese gobierno, que prometió erradicar la corrupción de un plumazo, como tantos otros regímenes de la pobre perulería. Y desde allí no vaciló en meterse a contralar el sórdido mundo de la venta de opio. También anduvo en cuestiones de juegos, de prostitución, de drogas y hasta de crímenes. El aporte familiar en el presidencialismo no acaba allí. Es más larga y nutrida de lo que parece. En otra ocasión nos referiremos a esa confraternidad de la sangre.

Corresponde al empalagoso Alejandro Toledo la innovación en tan vasto rubro al haber matriculado a la suegra en la danza. Suegra es una y no se parece a ninguna, podría decir el hombre que siempre desató sospechas en este país. Nomás recordemos sus vínculos con esa joya que fue Manrique Carreño. El que alguna vez fue presidente de esta patria perdida y que pretendía repetir el plato y la olla y la comida y todo lo demás, quedó fuero de juego o en posición adelantada. Ahora parece que la soga le llegó al cuello. Y, lo peor, es que no puede cambiar de suegra a estas alturas del partido. Mientras tanto, esa alhaja que es Malzon Urbina acaba de arrojar su candidatura a la presidencia de los desventurados peruanos. Así andamos en estos tiempos del Señor de los cielos.