ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
¿Escritor más que político? ¿Político más que ensayista? Las primeras versiones sobre su vida las escuché de los labios de José María Arroyo, ese cura agustino que era capaz de pasar de la ira a la risa con una fluidez imperceptibe. Un hombre cultísimo decía José María, levantando la voz (y qué voz) como para que su colega Joaquín García Sánchez escuchara. Para que Arroyo use ese superlativo es porque Fernando Barcia García lo era.
Por esos años tormentosos de la década del 90, es decir cuando Fernando Barcia García ya había dejado de ser el dirigente principal del Partido Comunista Peruano en Loreto, ya había dejado convulsivamente de ser un dirigente aprista muy cercano a Víctor Raúl Haya de la Torre, incluso superior al búfalo Armando Villanueva del Campo, ya había dejado huella en la ciudad de Iquitos, un periodista se deleitaba con sus escritos y le idolatraba. Pero eran años tormentosos, convulsivos en todos los sentidos. Siempre, no obstante, esas frases bien construidas, esas narraciones sobre su infancia, esa melancolía literaria por su familia, nunca se fueron del todo.
Hasta que el invierno de junio, post San Juan, en la casa limeña de quien debe saber mucho de la vida de Fernando Barcia García me encuentro con una palabra dicha por Róger Rumrrill García cuando le pregunto sobre cómo era ese periodista/político que andaba por las calles iquitenses paseando su sabiduría: “Erudito”. Que un señor después de los ochenta años y sin dubitaciones se expresé así de quien murió en 1989 y dejó varios libros memorables ya agotados no me sorprende. Me reconforta. Por estos días, llámenlo obsesión si quieren, ando turbado con la(s) historia de los Barcia Boente, especialmente de José, que era padre de Fernando y que “puso los cimientos no sólo de una de las familias más renombradas de la Amazonía Peruana, sino también de una de las más grandes fortunas de la época”, al decir del mismo Rumrrill.
En todas sus publicaciones se nota eso de “cultísimo” como lo calificaba José María Arroyo y, también, aquello de “erudito” con el que le clasificaba Róger. Varios consultados aseguran que los escritos inéditos ya traspapelados yo desaparecidos ratifican su buena prosa y mejor pensamiento sobre la vida. A pesar de la búsqueda constante aún no he podido acceder a los escritos que dejó en algún lugar y en ese relato autobiográfico con el que inicia “Ensayos y confesiones” se puede leer “Salí una mañana del Callao, a la Prefectura, libre luego de firmar un papel. Pero antes, en la prisión, confiscación de todo lo escrito, originales de relatos, una novela selvática, recuerdos, críticas” que es sobre su encarcelamiento político en “El frontón”.
En unas biografías se lee que nació en Tapiche, Requena. “Eso es imposible”, me asegura uno de sus sobrinos nietos que sabe mucho de su vida y obra, quizás más que Rumrrill. Raúl Barcia Romano, a pesar de los años transcurridos, recuerda y hasta añora el día en que su tío Fernando le explicó aquello del materialismo histórico y materialismo dialéctico que le sirvió para probar con la más alta nota el curso universitario. De esa sabiduría de Fernando Barcia García poco se sabe en Iquitos. Y eso que fue uno de los más destacados periodistas y más sólidos dirigentes políticos. No entraremos en lo político, por ahora. Aquella crónica sobre “Carmen Hurtado: la cauchera que fue hombre” es un mánjar del oficio. “Don Juan se había dado cuenta desde antes que su hija tiraba más a varoncito, pero no le preocupaba demasiado y además le tenía cariño (…) esta mujer llevaba pantalones, algo inusual en las mujeres de esa época, profería palabra soeces y atinaba fácilmente en el blanco cuando empuñaba su revólver calibre 44”.
Sus libros están agotados, su prosa y pensamiento no. Sus textos están olvidados como los de tantos, su versatilidad y agilidad para tejer historias no. Con sus enajenaciones como las de todo buen periodista, con sus desvelos mundanos y sus confesiones sobre sus andanzas en Padrones, “una pequeña aldea gallega al pie del Galleiro, en el municipio de Ponteareas, cerca de Vigo” cuando niño haríamos bien en colocar a Fernando Barcia García en la lista de aquellos que por sus escritos y erudición no deberían perder vigencia como un homenaje a su comprobada inteligencia que es una característica infrecuente en los periodistas y políticos que habitan estos días la floresta.