Feriado sin festejo
En la manía celebratoria de estos tiempos, donde cualquier cosa tiene que caer en brazos del festejo, el Día del Trabajo debió ser una masiva parrillada casera, una desbordada chupandanga entre la patronal y los trabajadores, un exceso de joropos bailables. Pero nada de ello ocurrió. Y no estamos pensando en la labor en ese feriado de la impaga ama de casa que se saca la mugre de sol a sombra. Todos los días, de lunes a domingo. Escribimos sobre los que trabajaron el día de ayer como si no se tratara de una fecha central en sus vidas. ¿Qué es entonces el Día del Trabajo?
Ayer, primero de mayo de este año, fue posible ver negocios abiertos como cualquier día, dependientas de tiendas atendiendo en vez de festejar con liberador bailongo, albañiles laborando lejos de las heladas y los potajes domésticos y otros mortales trabajando, como si no fuera rojo y feriado en el calendario. Rojo y feriado que supuestamente celebra el trabajo. No andamos tan bien si es que una buena cantidad de la población tiene que trabajar en su día. Trabajar porque tiene que hacer para el diario para poder parar la famosa olla. Para sobrevivir así no le paguen más por romperse los forros en esa fecha como estipula la nunca cumplida Ley del Trabajo
Ese fenómeno local de gente laborando en el Día del Trabajo explica uno de los rostros de nuestro tiempo. En el primer mundo, un mundo que tantos añoran, millones de seres ni siquiera pudieron laborar en ese día. Porque carecen de trabajo. En España, por ejemplo, más de cinco millones de personas, de ambos sexos, ni siquiera se rompieron los lomos para después cobrar, porque están desocupados. A ese paso se tendrá que implantar otro día que tenga también que ver con la cuestión laboral. El Día del Desocupado.