Esta semana en España las noticias sobre la corrupción y la conducta de los corruptos y corruptas nos dejan sin aliento por los sinvergüenzas que son y nos provocan indignación. Los señalados por los jueces andan como Pedro por su casa, riéndose del sistema legal (el Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial señaló que el sistema penal español está diseñado para los roba gallinas, no para estos delincuentes de cuellos blanco). Los que se ufanaban del “milagro económico español” están siendo imputados por casos contra la hacienda pública (como soy desconfiando por naturaleza – virtud/defecto muy peruano, presumo que en los otros milagros económicos seguro que pasará lo mismo; no creo en las pomposas palabras). Es más, el partido que está gobernando el país construyó su sede a baje de dinero negro, con una contabilidad B, y el colmo de los colmos, es que nadie protesta por esta conducta, es que como si la población estuviera identificada con esos actos delitos. Como si esto fuera pan del día. Se ha aceptado la corrupción como sistema, como medio de cambio en el país donde se gestaba el milagro económico y que los artífices de tales patrañas eran los mismos que se reclaman autores/protagonistas de ese milagro. Así vamos. En la Comunidad Autónoma de Cataluña la situación de su clase política andan por el mismo camino y con un clan familiar como bandera de la falta de escrúpulos. Pasa lo mismo en la Comunidad Valenciana donde la descomposición ha hecho metástasis. Apesta muy mal. Esta situación los psiquiatras llaman psicopatía, como señalaba Jorge Bruce en su columna semanal definiéndola como “la ausencia de empatía afectiva, carencia de escrúpulos, escaso sentimiento de culpa y un pragmatismo que hace de los otros meros peldaños para su ascenso personal”. Es la nueva ética pública de estos tiempos de vaho. Los políticos y políticas son un poco lo que somos, desgraciadamente.http://notasdenavegacion.wordpress.com