Moisés Cruz y Chema Salcedo posando ante el letrerito famoso

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ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

PRIMERO, LO PRIMERO. Protesto por el maltrato al que sometieron a los integrantes del Coro Loreto la tarde de la inauguración. Les tuvieron en pleno sol y eso, en verdad, no se hace. Además, nos enteramos de la serie de dificultades que tuvieron para su presentación. ¿Quiénes fueron los responsables? Todos los conocemos. “Actos” como Pollo a la parrilla, El nuevo refresquero, Copoazú en cerveza, Tirol en Iquitos, FUNDESAP, ¡Presente!, #DirectoEnDirecto, Dianita, así no es hermanita, Epílogo, forman parte de esta crónica.

Primer acto: Pollo a la parrilla

A ella no se le ocurrió sino el domingo, el último día de feria, meter a la parrilla diez pollos para ver cómo le va el negocio, pues su fuerte era el chancho a la caja china. La parrilla sólo permitía colocar tres cuartos y cuando se dio cuenta ya estaba yendo al mercado por veinte pollos más. Era la una de la tarde. Cuando le preguntó cuántos pollos vendió, me dice que no se acuerda porque hasta las cinco de la tarde hizo varios viajes en busca de pollo. A las 00.25 minutos del lunes, la feria ya había terminado y ella atendió con las dos últimas porciones -que guardaba para su consumo al día siguiente- a unas parejas que aparecieron por su puesto rumbo a la salida. Hasta la cerveza que llevó se acabó. Tenía un dispensador con más de cincuenta botellitas y con ellas se fue al concierto de “Zaperoko” y unos amigos le remataron todo. Ya nadie tenía cerveza. Todos estaban cansados, alegres y entusiastas. La jornada fue tan agotadora que ella, mientras una asistente atendía con el último pedido, se quedó dormida por unos minutos en la mecedora y solo se despertó cuando ya debía irse a su hogar. Feliz, contenta. Al día siguiente, le pido que me diga cuánto vendió y se resiste a proporcionar montos, pero cuenta los detalles.

Segundo acto: El nuevo refresquero

El domingo era un día de fiesta para él. Llegó a la feria muy temprano para preparar el refresco. Pues el día anterior había vendido 934 vasitos a tres soles cada uno y el negocio era redondo. “Hoy quiero vender dos mil vasitos y lo voy a lograr, chato”, me dijo cuando le encontré aquella mañana dirigiendo la preparación de refresco de cebada, maracuyá y camu-camu. Él había ido con la intención de vender licor y algunos piqueitos. Cuando se dio cuenta del negocio del refresco cambió de giro inmediatamente. La primera mañana, el jueves 15 de agosto, por la sugerencia de unos amigos había inventado el “huito hot”, una mezcla de brebajes amazónicos que tenía un sabor parecido al “Cuba libre”. Se quedó sorprendido por el número de vasos que vendió y la avalancha era tal que se confundía al distribuir los pedidos que no cesaban. Su hermano al notar el terrible calor instaló una cremoladera, aparato que lo tenía guardado sin generar ingresos. Lo instalaron rápidamente y había que esperar que el refresco se convierta en cremolada. Mientras eso sucedía la gente preguntaba por la bebida y él pedía que regresen cuando la cremolada esté en su punto. Su pareja, estudiante del Diplomado de Gastronomía en FUNDESAP, había ido a conversar con sus amigas del curso en el puesto de su centro de estudios. Ahí vio que la gente llegaba, pedía dos, tres, cuatro y hasta cinco vasitos de refresco. Faltaban manos para atender. Así que regresó al puesto y ordenó medio en broma y más en serio: “Nada de esperar que se haga cremolada, se vende refresco y punto”. Ahí comenzó la locura. Fue una fiebre del sábado por la mañana, tarde y noche. Más tardaban en llenar los tres dispensadores con maracuyá, cebada y camu-camu que ya se terminaba. Hasta en tres oportunidades tuvieron secos los dispensadores porque la logística que prepararon no estaba preparada para tal aglomeración. La gente llegaba, preguntaba si hay de camu-camu y al notar la ausencia de ese fruto amazónico pedía de maracuyá, si no había de esa fruta no quedaba otra que tomar de cebada. Era increíble como la gente llegaba por su refresco. “Deme dos, deme tres, deme cinco, deme siete”. Ya no importaba ni el sabor ni el color. Al final de la jornada los números mandan. En ese puesto vendieron 2,872 vasos de refresco. ¿Cómo se llega a esa cifra? Fácil. Por la cantidad de vasitos comprados. A tres soles el vaso, saquen su pluma. Casi al final llego al puesto y le pregunto qué le pareció la feria. “Qué te puedo decir hermano, hemos vendido más de lo que esperábamos”. La alegría aún le dura hasta el momento de escribir éstas líneas.

Tercer acto: Copoazú en cerveza

Richard Cutimbo Belizario comparte un puesto con un paisano. Su vecino vende chocolate con almendras, él tiene dos sabores de cerveza artesanal. De copoazú y de chuchuhuasi. Llego al puesto la noche del viernes mientras recorro la feria. Me llama la atención el producto porque en esa zona estaba prohibida la venta de licores, según se dijo. Claro, hay excepciones. La cervecería trajo sus productos desde Madre de Dios, Tingo María. El primer día no les fue muy bien. Quizás porque nadie estaba enterado de la presencia de la cerveza artesanal en la zona. Pero desde el segundo día la gente comenzó a probar ambos sabores. Primero se acabó la de chuchuhuasi, después la de copoazú. Antes que entrara la noche del domingo ya estaba vendiendo la última botella y se preparaba para regresar por donde vino. Su llegada fue diferente al de otros expositores. El Gobierno Regional de Madre de Dios contrató un charter que trasladó a todos desde Tingo María hasta Iquitos. Cuando nos despedimos se le notaba feliz. No sólo por las ventas y el apoyo del gobierno regional de su región sino porque su “Guaraya” gustó y todos los que degustaron no se cansaron de repetir las bondades de la bebida.

Cuarto acto: Tirol en Iquitos

Al otro extremo, en la zona de comidas y bebidas, Christian Schuler Schuler, dos horas antes de la inauguración se quejaba porque no le habían instalado el sistema eléctrico. La gente quería probar la cerveza artesanal que es producida en Posuzo. Por esas horas llegaron empleados del GOREL que gozaban de un día de asueto y se sentaron en las bancas. A uno de ellos se le ocurrió probar el licor amargo y otro se percató que había juegos con premios jugosos, por la chela claro. Se armó la jarana y el bolondrón. Antes que se inaugure la ExpoAmazónica y antes que logre un enfriamiento ideal la cerveza comenzó a recorrer toda la feria. El “boca boca” fue inmediato. Uno recorría los puestos y la mayoría hablaba de la producción de Posuzo. Los cuatro días fueron de venta intensa. La tarde del domingo, Schuler y todos los que le acompañaron en el puesto no cabían de contentos. Había quienes gustaban del sabor a limón, otros de coca, trigo, cebada y se produjo una discusión que duró todos los días de la feria. ¿Cuál era la cerveza más rica? Con dilema tan subjetivo y con varios litros de alcohol en el cuerpo es comprensible que no se haya llegado a un acuerdo unánime. Lo que sí todos compartimos era la felicidad de los dueños de la marca. No se imaginaban la acogida de la cerveza y a cada consumidor entregaban una tarjeta como invitación para visitar el local que tienen en la esquina de Raimondi con Pevas. También están en Tingo María y Pucallpa. Pero como la alegría no puede ser completa, por ese éxito estaban a punto de quedar desabastecidos. Schuler había decidido que tres bidones se queden en el local central y que cuando se terminaba el bidón 35 simplemente se cerraba el stand. Antes de las seis de la tarde, no le quedó otra que pedir el bidón 36 y complacer a los clientes. Si sacamos pluma, sin contar las cervezas en botellas, el local tuvo una venta de 43,200 soles en cuatro días. Todo un récord. Como récord fue encontrar, después de varios meses, a Víctor Ayapi y su esposa Sofía recorriendo -como si estarían en la misa dominical- asombrados juntos a una de sus hijas el campo ferial y luego reencontrarlos en plena jarana nocturna hasta las últimas consecuencias. Fuimos testigos cómo se terminaba la cerveza, la calabresa y por poco no perdimos la cabeza al lado de las bellezas que desde hace varios años son nuestras damas de compañía. Literal, todo literal.

Quinto acto: FUNDESAP, ¡Presente!

Si la bebida fue un éxito, lo mismo sucedió con la comida, especialmente el arroz chaufa regional que se ofrecía en dos locales. Para esta crónica nos comunicamos con el director de FUNDESAP, Rolando Tuesta, que junto con las estudiantes del Diplomado de Gastronomía prepararon varios platos. Pero el arroz chaufa salía como pan caliente. En los predios de la ExpoAmazónica era conocido como el chaufa moshaco. “Como loretanos estamos muy felices y orgullosos de este magno evento”, alcanza a decir. No es para menos. Cuando FUNDESAP participó en el 2013 tuvo ventas por 14 mil soles. Esta vez la recaudación fue de 32,400 soles. Se entiende la alegría del corazón y, como debe ser, de las arcas de esa institución. Tuesta nunca dudó de participar en la ExpoAmazónica. No sólo como una forma privilegiada de mostrar los productos que elaboran los estudiantes sino como una apuesta por la gastronomía regional. Por su sabor, por su color, por su recaudación y porque hacen lo que hacen tienen que ser orgullo de los loretanos. Ese chaufa moshaco estaba para chuparse los dedos y rara era la mesa que no tenía un plato de FUNDESAP. Aunque otras fuentes consultadas refirieron que sólo el domingo ese puesto recaudó más de 20 mil soles y en total fueron más de 60 mil, me quedo con las cifras dadas por el director.

Sexto acto: #DirectoEnDirecto

Muy temprano del sábado Chema Salcedo estaba a la espera del enlace para salir desde la sede de la ExpoAmazónica 2019 a través de RPP Noticias. El día anterior había recorrido los puestos y las zonas especiales. Cuando comenzó a hablar esa mañana no dudó en hacerlo con la ruta del paiche, la ruta de la madera y la presencia de poblaciones amazónicas en todo. “Es un recorrido por la Amazonía del Perú, desde Junín hasta Loreto”, llegó a decir mientras en Lima tanto Carlos Villarreal como Fernando Carvallo le abrumaban con preguntas. Para cualquier visitante las zonas especiales estaban espectaculares. Para los amazónicos también. Para los loretanos ni hablar. Humedales, ruta del paiche y ruta de la madera tiene que estar expuestos en forma permanente en cualquier plaza pública de Iquitos. Ya toca a los responsables hacerlo. Porque, claro, una cosa es que te hablen del paiche, de la charapa, del motelo y lo observes en figuritas y otra cosa apreciar a esos animales moviéndose con total naturalidad. Todo eso lo graficó Chema Salcedo en los más de 8 minutos que duró su despacho. Ya terminado el enlace, Chema no se cansa de repetir lo maravillosa que es nuestra Amazonía y su gente, sobre todo su gente. Él tuvo el privilegio de recorrer la mayoría de zonas y tanto al ingresar como como al salir del local se llevaba impresiones impresionantes. Las vendedoras de todo tipo de objetos a la salida de la puerta, los anticuchos humeantes en las asaderas, los postres medio poshecos en las carretillas, los bares improvisados y el ingenio popular en su máxima expresión con “negocios golondrinos”. La cola para el ingreso. Era las diez de la noche del sábado y la gente seguía pugnando por comprar entradas. Más de cuatrocientos metros de cola, de padres con sus hijos, de hijos con sus hermanitos, de damas hablando ese encantador dejo amazónico. Todo eso lo vio Chema y se quedó más maravillado. Mientras caminaba, a veces se detenía, para exclamar: “Qué es esto, qué es esto”. Todo esto es la Amazonía, señor. Chema, que dictó una charla sobre por qué se considera un amazónico más, tuvo en esas escenas millones de motivos para ratificar su creencia. Así lo expuso la noche del sábado en la zona dedicada a la cultura. Cuando le tocó partir y seguro que muy pronto buscará un río para regresar, atinó a decir esta frase: “Esto es estupendo”.

Séptimo acto: Dianita, así no es hermanita

Como toda obra humana se notaron algunos errores. Sin embargo, como estaba en una pared en un fuerte militar de Iquitos hace muchos años: “Aquí no se premia el esfuerzo, sino al resultado”. Dicho esto, el resultado es positivo. Entre otras cosas, porque los iquiteños necesitamos espacios de este tipo. Donde la gente haga cola para tomarse una foto en el frontis con el logo de la actividad, que los niños y adolescentes se entusiasmen por ver al paiche, oler la madera, saborear el café, reencontrarse con los amigos. Ese desborde social, esa efervescencia ciudadana notada en los cuatro días de feria no tiene valor. No se puede valorizar. Sin embargo, tampoco se puede pasar por agua tibia aquello de haber contratado dos orquestas que están para otras cosas y no para actividades con objetivos como la ExpoAmazónica. Este articulista ha querido averiguar de quién o quiénes ha sido la idea, pero a pesar de la insistencia no recibimos respuestas. Lo peor de la jornada fue la participación de Diana Vela Ferry como co-animadora en la inauguración. Carlos Ruíz, persona muy cercana al gobernador, fue preguntado por el tema y dijo que fue una decisión de “la interna” y que “de los errores se aprende”, refiriéndose al desastroso papel que cumplió Vela Ferry, una conocida conductora de televisión que debutó precozmente en programas de farándula y que hace las veces -sin cumplir los requisitos- de coordinadora de comunicaciones de la DIRCETURA, a la que ha ingresado por méritos que no son precisamente para decir “honor al mérito”. Para este artículo me comuniqué con ella y solo atinó a decir que cualquier cosa tiene que contestar el señor Carlos Vargas, jefe de Imagen Institucional del GOREL. Averiguando más, nos enteramos que fue una reunión de jefes de imagen de distintos sectores donde se decidió que ella sería la acompañante de Carlos Ruíz. Entonces, no es culpa de ella sino de los que la escogieron. Mientras ella cometía exabrupto tras exabrupto aquella tarde de la inauguración que me imagino querrá borrar de su file, la señora Nelly Varela se paseaba con garbo por la feria. Ella, Nelly, nadie duda, hubiera dado calidad y conducido con pulcritud una ceremonia que estaba llamada a ser el punto inicial de una feria que fue maravillosa. Buscando el lado positivo, los organizadores pueden estar contentos, pues los deslices de Diana llevaron la atención hacia ella y nos hicieron olvidar intervenciones deplorables e impertinentes, como las del gobernador de Cajamarca, Mesía Guevara, que -político al fin- habló como si estuviera en una plaza en un mitin de Acción Popular. No es que haya cometido el error de su vida, tampoco. Pero debería comenzar admitiendo los mismos para no volverlos a cometer. Además, que la experiencia le sirva para preocuparse más en su formación y vocación y saber que todos necesitan padrinos y madrinas para estar en la burocracia dorada donde ella actualmente se encuentra, pero frente al público se necesita más que eso. Por lo demás, me he tenido que leer todo lo que se ha dicho de ella en las redes y, francamente, hay expresiones irreproducibles, escritas por damas como ella y, en verdad, así no son las cosas. Se podrá decir que está recibiendo de su propia medicina y que l@s que siempre están a la espera de un error ajeno han encontrado la oportunidad para intentar destrozarla. Viendo nuevamente su intervención aquella tarde de inauguración llego a la conclusión que hasta Ronald Band, vestido con hojas de plátano y un peinado tipo Rod Stewart, lo hubiera hecho mejor. Todos tenemos una tarde para el olvido, pero estoy seguro que Diana volteará la página y con la ayuda de sus amigos y para responder a sus enemigos saldrá ADELANTE porque talento le sobra, solo que tiene que saber dónde lo muestra y en qué circunstancias. Consejo hasta de un pendejo: que no se crea diva y regrese a lo suyo.

Epílogo

Déjenme decirles que los cuatro días de feria los disfruté como nunca lo había hecho en mi tierra. De las 96 horas que duró el certamen, fácil he estado por la feria 60, con todos sus minutos y segundos. Uno llegaba y ya no quería salir. Se encontraba con amigos de jornadas inolvidables, comía un potaje simple con el sabor maravilloso que da el entorno, conversaba sobre banalidades y -a pesar que siempre hay aquellos que le buscan tres pies al gato- como muy pocas veces he escuchado a muchos loretanos repetir que se sienten orgullosos de la tierra y que estamos para más. Eso es precisamente lo que debemos hacer: sentir orgullo de lo nuestro y mostrar lo que tenemos al mundo. No sé si decir que a veces nos sentíamos en otro lugar o pensábamos que no era Iquitos sea una alabanza o un desprecio. No sé, en verdad. Pero al menos sentir que existen cosas que nos pueden unir en medio de tanta podredumbre ya es una buena nueva. Se premia el resultado, no el esfuerzo, como repiten los militares. No basta hacer cosas buenas, sino hacerlas bien, nos recuerda San Agustín. Ahh, me olvidaba. Mención aparte merece la limpieza del lugar. Baños limpios, seguridad en los servicios higiénicos, personal que cada cinco minutos aparecía en las mesas para limpiarlas con una gentileza asombrosa y dando consejos para uso de material para reciclar.

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