La justa de las urnas de este año 5, 550 se postergó una vez más debido a que nadie, ningún líder de cualquiera de los innumerables partidos que ahora disputan el poder y los chicharrones, consiguieron presentar documentadas pruebas sobre sus gastos y egresos. Todos coinciden en manifestar que andan en los ingratos predios de la bancarrota, que viven de la clemencia ajena y hasta piden dinero prestado para parar la cacerola doméstica. El argumento fundamental de los asesores o partidarios o abogados de oficio y beneficio es que en Iquitos no es costumbre dar boletas o facturas por bingos, parrilladas y fiestas, pilares económicos de cualquier campaña de las ánforas.
El más belicoso líder de los partidos tradicionales y modernos es el ingeniero Alberto Fujimori, fundador del novísimo Cambio 5,550. El mismo no pierde ocasión de jurar que nada tiene que ver con las acusaciones que todavía le persiguen, sostiene que no maneja ni un solo centavo, que carece de trabajo y que vive gracias a las parrilladas que hace su flamante movimiento. El único militante de esa agrupación es su antiguo abogado César Nagasaki, quien le recomendó romper con todos sus nietos para quedarse con el legado de su nombre y de su gestión que benefició fundamentalmente a los amigos, de lo ajeno.
Al cierre de esta crónica, el lúcido y fogoso defensor de la justicia estaba parado en la esquina de Próspero con Brasil, vendiendo entradas para los bingos, los fandangos y las parrilladas o polladas que este fin de semana se realizarán como una contribución al enésimo intento del ingeniero por recuperar el poder que alguna vez perdió. Los analistas no dejan de sorprenderse del vitalismo del ingeniero que después de un prolongado silencio vuelve a la palestra política, siempre apoyado por ese valeroso único militante.