En pleno desborde de la tradicional Semana Santa, en medio de la celebración católica, la máxima autoridad religiosa de estos predios, monseñor Julián García Centeno, desbordó las fronteras de su rebaño, los límites de su prédica cristiana, y lanzó algo así como un sermón cívico para fieles e infieles, una homilía para creyentes y no creyentes. Sostuvo, sin estorbos en la lengua y con todas sus letras, que la población estaba cansada de los políticos.
La declaración fue publicada en nuestra edición de ayer y no podemos dejar de coincidir con el alto mandatario de la iglesia. Coincidir plenamente con ese diagnóstico que late en la vida de todos los días entre las masas empobrecidas y las gentes desengañadas del ejercicio del poder. Desde hace años esa casta, por lo general, incumple sus promesas electorales, saquea las arcas del presupuesto, frecuenta la cleptomanía. Es lógico, entonces, que la desastrosa repetición de lo mismo impacte negativamente en la población. ¿Cómo podría ser de otra manera?
Ese sermón cívico del monseñor, como era de esperar y de suponer, no cayó en terreno estéril. Desató diferentes reacciones entre los aludidos, los políticos en actividad. De las respuestas, que publicamos en la edición de hoy, se puede deducir que ni uno sólo de ellos se centra en el tema. Todos se van por las ramas. La evasión, como estrategia de respuesta, es absolutamente deplorable y no hace más que confirmar esa fatiga que desde hace tiempo siente la población de esta parte del país.