[Escrito por: Moisés Panduro Coral].
“Estás en la nube” era una frase que se decía antes a quienes no estaban al tanto de los acontecimientos, o a los que desconocían algún asunto público. De hecho, una de las caricaturas políticas más recordadas de todos los tiempos es aquella que mostraba al Presidente Belaúnde en su segundo gobierno sentado sobre una nube, mientras abajo en la tierra, en su país, la situación se ponía color hormiga con la recesión industrial, el desempleo, los bajos ingresos, la reducción de la capacidad de consumo y el inicio del terrorismo senderista que caracterizó el periodo 1980-1985.
Pero ahora los conceptos y las percepciones, y hasta el sentido de las frases han cambiado radicalmente. Estar en la nube, -en la “nube virtual”- significa estar al tanto de todo lo que ocurre en tiempo real. Allí encuentras oportunidades laborales, los progresos tecnológicos; te enteras a velocidad vertiginosa de los acontecimientos en cualquier rincón de la Tierra, las tendencias mundiales, los sistemas y las formas de vida; puedes acceder a cualquier ciudad o pueblo del planeta y recorrer sus calles, ingresar a sus viviendas o conocer a sus habitantes con tan sólo mover un mouse o pulsar una tecla; pero, además en la nube existen aulas, almacenes, mercados, plataformas, vías, centrales, herramientas, oficinas postales, negocios, bibliotecas, tiempo que no es el tiempo. O sea, si no estás en la nube estás en nada.
Un conferencista internacional decía el otro día que lo que ha cambiado en el mundo no es la economía sino los medios y los datos sociales. Hace 25 años atrás, la gente sabía de economía lo mismo que lo que sabe ahora: que la inflación debe ser manejable, que la tasa de cambio es un instrumento de comercio exterior, que la balanza comercial no tiene que ser deficitaria, que las economías emergentes avanzan a la conformación de un bloque financiero que reemplazará al FMI; o que, la canasta básica sirve para contrastar tu billetera con la realidad, o que a más inversión, más empleo. Pero hace 25 años no teníamos el facebook, por ejemplo, una de las redes sociales que ayuda a cubrir algunas de las necesidades básicas que según Maslow tiene el ser humano: buscamos la atención de nuestros amigos y por eso compartimos datos, satisfacemos nuestra necesidad de pertenencia y con ello derrotamos a la exclusión en un mundo altamente fragmentado, construímos conexiones personales y así masificamos los sentimientos y los estados de ánimo; en fin, todo aquello que nos hace sentir incorporados a la ola civilzatoria mundial.
Guardo todavía un recorte periodístico de 2005 en el que un insolente datero se refería despectivamente a un compañero mío -Edgar Valdivia, un pionero en el manejo de redes sociales con objetivos políticos- diciéndole que “seguirá en la nube” lo que en esa época equivalía a decir “alejado de la realidad”. Aún, ahora, hay todavía gente con cartón obtenido probablemente a punta de estraperlos, muy limitada intelectualmente, que considera lo “on line”, la “nube virtual”, el “ciberespacio”, la “cibersociedad”, la “ciberpolítica” y la cibermilitancia” como algo de poco valor. Es que la ignorancia es atrevida y la estupidez increíble (Denegri, dixit).