Hace poco escuchaba una entrevista televisiva al escritor Arturo Pérez Reverte, autor de la zaga del capitán Alatriste, y de paso señalo que no es santo de mi devoción por forzar, muchas veces, sus palabras fuera de tono (se siente muy cómodo siendo políticamente incorrecto) algunos de ellas exudan en el terreno de la xenofobia y racismo. Pero al mismo tiempo, es muy lúcido con sus propios compatriotas y con su historia. Él admitía en una crónica ante el descalabro de la clase política que los españoles son unos hijos de la gran puta, por ejemplo [los peruanos no nos podemos quedar atrás]. Pero en la entrevista citada él decía algo así que mirando a la clase política que nos dirige (hago extensivo a Perú), de alguna manera, nos miramos nosotros mismos, son nuestras creaciones, como si estos fueran grandes espejos de nuestra hechura. Dio en la diana. En el blanco. Por qué nos pasamos criticando a la clase política (me incluyo) y los seguimos votando sabiendo que usan las malas artes, el cinismo, las ardides como sistema y la falta de saber estar cuando ocupan un puesto de poder. Que no están hechos para regenerar nada, que el sistema político corrupto los ha devorado, que poco se puede esperar de ellos que están envilecidos por el dinero, que forman cuadrillas para saquear las arcas públicas. Como amazónico de Loreto me pregunto qué símil tengo con Isla, Grandez, Lewis del Alcázar o Inga y me quedo en el aire (lamentablemente no hay ninguna mujer, creo que ella o ellas darían más guerra por nuestra región). O con Vásquez Valera o Adela Jiménez (quien empezó con ciertos bríos y se ha desinflado por completo a la inanición, la ciudad puede ser premiada Cum laude por la bulla que expele y la violencia que cada día se apoltrona en la ciudad). Me instigo, algo de ellos debo tener. Hurgo mis virtudes y miserias. Claro, algo de ellos y ella tengo que recorre mis entrañas porque representan a mi región, a esa parte del país que tanto ensalza y defiende mi padre con fervor. Son un espejo deformado de las virtudes públicas pero son espejos. Luego de husmearme resuello de mala manera, quizás en lo apocados que son podemos coincidir pero en otros ámbitos no me reconozco para nada. Además que ellos han sido absorbidos por las fauces de este sistema corrupto e injusto y sonríen sin protestar, le dan la venia para su provecho personal.
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