LA MOSCA EN LA SOPA
Escribe: Rubén D. Meza Santillán
A pocas semanas de haberse celebrado el mercantilista Día de la Madre, hemos asistido a una seguidilla de hechos donde precisamente varias de ellas han estado en el ojo de la tormenta, han sido protagonistas de la noticia del día en varios medios de comunicación. El descuido en algunos casos, el abandono y hasta maltrato de sus hijos en otros, han merecido críticas y condenas de todos los calibres. Desde “insensibles” hasta el clásico “desnaturalizada».
La verdad es que nada justifica que los niños estén en situación de abandono físico y moral. Además hay leyes que protegen a los infantes, precisamente, de cualquier acción que los ponga en riesgo. Ahí todos de acuerdo.
Por lo tanto los responsables en primera línea de protegerlos y cuidarlos son el padre y la madre. Los dos. No solo uno de ellos. Los dos. Sin que eso signifique que estén juntos o tengan una vida en común. La paternidad responsable es una y la relación de pareja otra. No confundamos las cosas.
Por lo tanto, no hay razón para dirigir la artillería pesada solo a una de las partes, no solo se debe arremeter sin misericordia alguna contra ellas o sea la mamá -en la mayoría de casos-, y nos olvidemos olímpicamente de cuestionar la irresponsabilidad del padre. Del hombre aquel que solo ha sabido poner la materia prima en la concepción y después se lavo las manos y voló a otros lares donde seguramente pondrá otra vez su instinto de semental.
Dicho esto, no aceptamos ni entendemos la forma como se cae en el facilismo de darle con todo a la mujer, que más allá de su competencia y personal responsabilidad, insisto, no tiene porqué cargar también con la culpa del mal hombre. Del que no se dice generalmente nada. Al que no se le toca ni con el pétalo de una rosa. Al que se le blinda siempre en los reportes y notas periodísticas, impregnados de machismo puro.
Somos implacables con la madre a la que calificamos de lo peor y nos esmeramos para aplastarla con los adjetivos despectivos más fuertes y lapidarios.
¿Y el hombre? ¿El varón? ¿Esos angelitos? ¡Pobrecitos! Nadie los toca. Nos encargamos de esconderlos bajo la alfombre de esos complejos e imposiciones negativas que arrastramos en una sociedad que no se zafa del yugo machista.
Pongamos en la balanza a ambos lados por igual, si queremos hacer justicia a los niños, si ellos realmente son nuestra preocupación y prioridad, juzguemos a los dos. Señalemos con firmeza con el dedo acusador a ambos y dejemos descaradamente de ponerle el manto protector a los hombres, que, por lo general, son los mayores responsables de las desgracias de sus hogares. Son los principales agresores de sus hijos y consecuentemente de las madres.
Si la mujer es borracha y/o se prostituye, es un monstruo. ¡Es una madre desnaturalizada! A la hoguera con ella, que no se merece perdón de la sociedad, peor de Dios.
Pero que el padre tenga por deporte emborracharse o se vaya en plan de putería frecuentemente, les parece lo mas “natural» del mundo.
Y manejar la información desde ese vergonzoso ángulo o premisa es inadmisible. Los y las periodistas podemos ser gestores de cambio en nuestra sociedad con tan solo comenzar a ser justos en estos casos.