Para demostrar que don Francisco de Orellana no murió de enfermedad como decía el iletrado tipo que escribió los datos históricos del museo iquitense, el señor Zevallos preparó su larga y monumental travesía hacia el pasado para encontrar la verdad de la torta o del pastel. Es decir, no perdió tiempo en declaraciones teóricas, en citas de libros nuevos o viejos o pirateados, en matraqueos de intelectuales localistas que no manejaban bien las fechas. Tomó al toro de la ignorancia por las astas, las patas y el rabo y viajó por el caudaloso Amazonas hasta la turbulenta desembocadura en el Atlántico, que no es el nombre de un cine sino de un océano. Y comenzó a surcar trabajosamente el grandioso río, imitando en lo posible lo que hizo en su segundo viaje el trujillano.
En determinado tramo del arduo viaje, ordenó al proero o tanganero que se detuviera porque sospechaba que allí, a varios metros de la orilla izquierda, había ocurrido la tragedia que liquidó al dueño de la Nueva Andalucía, nombre que había elegido el navegante para nombrar a esa parte de la fronda. Luego extrajo mapas, manuscritos, documentos, para demostrar que el tal Orellana no murió de un mal físico, sino que se ahogó, puesto que su nave naufragó por alguna razón que hasta ahora no se puede determinar. No era posible ninguna duda a partir de esa demostración sin parangón en la historia regional.
A partir de allí, el señor Zevallos se sintió horrible porque no tenía a quien seguir. El vacío se hizo presente pues Orellana no siguió viajando. Y la meta del señor Zevallos era arribar al mismo Cuzco para demostrar que desde allí partió la expedición que finalmente desembocó en la navegación europea por el enorme río. No descubrimiento como se sigue repitiendo con mentalidad colonial. En el museo iquitense se dice que la expedición partió de Quito, sacando fuera de contexto a Orellana. La expedición comandada por Gonzalo Pizarro pasó por Quito con rumbo al País de la Canela y eso iba a demostrarlo Zevallos con datos, mapas, manuscritos, documentos, películas. Pero las cosas fallaron.