Una tarde de estío en el Museo de Arte Moderno Reina Sofía fui a escuchar una conferencia de J. M. Coetzee, escritor surafricano y nacionalizado australiano, vive en Adelaida, casi en las antípodas de Madrid. Es vegetariano y abstemio. Además, es Premio Nobel de Literatura. Las novelas que había leído me habían impresionado profundamente y ayudado al momento de pergeñar historias. Su libro de ensayos “Costas extrañas” mostraba su sensibilidad y agudeza sobre la existencia humana y las lecturas que le habían gustado, como recordamos, Coetzee se graduó en Matemáticas y Lengua inglesa, su manejo preciso del diseño de la historia me seduce. Esa tarde la conferencia él leyó un relato que tenía como plato de fondo la defensa del animalismo, de la ampliación de la frontera moral en la calificación de seres vivos. El narraba que en medio de la ciudad habían hecho un matadero acristalado para ver como sacrifican a los animales, era una suerte de espejo de los brutales carniceros que somos. Salí removido de esa imagen, no olvido y soy consciente, de la fuerte y robusta tradición amazónica carnívora y que mis padres ironizan y lanzan alabardas cuando intento levantar argumentos animalistas o a favor de los animales. Ser vegana o vegano en la floresta plantea un reto y sería una revolución sin precedentes. Un domingo leía a Mario Vargas Llosa, también Nobel de Literatura, sobre su correosa defensa sobre la corrida de toros y gallos que estaba en esos momentos en los gabinetes y salas del Tribunal Constitucional peruano – cuyo fallo dejó mucho que desear. Se observaba al Nobel peruano enmarañado y moviéndose en las paradojas que deja la modernidad y la tradición – su crítica a José María Arguedas suena vacía y rechina cuando enarbola la tradición como elemento o ingrediente de la cultura peruana ¿? ¿Es acaso Vargas Llosa un vivo ejemplo y exponente de la modernización tradicionalista? Es moderno, pero casi, no tanto. Es un encaje no exento de fisuras. Me preguntaba si se puede izar como argumento la tradición cuando ésta lesiona y mata a otros seres vivos. En verdad, me sentí mejor como humano con el relato leído por Coetzee.