La reciente explosión en el grifo flotante de Punchana no se quedó en el registro de personas quemadas, internadas de emergencia y atendidas por los médicos de servicio. No fue un accidente sólo con heridos de gravedad, como se pensó en un inicio. Acaba de cobrar su primera víctima. El fallecido es el ciudadano Raúl Zumba Chávez, de 20 años de edad, trabajador habitual de el citado grifo, padre de dos niñas y único sostén de su familia. Lamentamos el fin de una vida tan joven, compartimos el luto y el dolor de los deudos y no podemos olvidar que detrás de esa injusta muerte está el desprecio a la vida humana, el afán de lucro sin importar los costos o los perjudicados. Todo ello se traduce, entre otras cosas, en la ausencia de elementos de protección física para las personas que trabajan allí. Esa carencia es una vieja historia en esta ciudad.
En tiempos del barbasco, por ejemplo, las víctimas se sumaron por montones. Obreros intoxicados, mujeres embarazadas que padecían transtornos insufribles, niños que sufrían alteraciones en la conducta, se convirtieron en espectáculo común y corriente en ese entonces. El barbasco estaba en todas partes, diseminado en casas y comercios. Y era peligroso pasar cerca. A nadie se le ocurrió conseguir elementos de protección para evitar las emanaciones del letal veneno. Y la exportación de esa planta generó ganancias importantes, fue el inicio de no pocas fortunas. Nadie ahora se acuerda de los que sufrieron y padecieron mientras otros llenaban sus arcas. No debemos permitir que el olvido se instale en las memorias, que de aquí a poco nadie se acuerde del infortunado trabajador que murió quemado.
En memoria de ese ciudadano que fue víctima inocente de una explosión letal, deben intervenir las autoridades encargadas de regular ese rubro. La venta de combustible también es un negocio de segura ganancia, de ingentes ingresos. Y se puede invertir en mejorar las condiciones de los trabajadores y para dar un mejor servicio al usuario habitual. Esa venta no puede seguir siendo un rubro descuidado, dejado de lado, sin la vigilancia debida. No puede permitirse más que esos grifos, flotantes o no, no tengan los indispensables elementos de protección que se requieren para evitar accidentes. Para evitar más muertes injustas que traen su secuela de dolor y desdicha.