Este reino carga una narrativa emocional tremenda que causa desasosiego. Brutal. A veces pienso que por eso la razón es tan esquiva por estas mesetas, montes y montañas. Se diluye en el mar Mediterráneo, en el mar Cantábrico o en las rías de Galicia vaya uno a saber. Leer los diarios te arrojan, arrinconan y sumergen a la perplejidad casi diaria. Un ministro, cuyo santo de San Marcelo ¿?, sale a dar una entrevista solo para meter miedo e utiliza a ETA como pretexto (en Perú sería Sendero Luminoso). Un propietario de un medio comunicación (la PRISA, como llama la derecha española) habla casi imponiendo condiciones a los actores políticos – vaya descalzaperros mental, parece un pastor arreando a sus ovejas y las noticias que publica van en ese mismo camino. Un tertuliano político porque tiene ojeriza a un partido de izquierdas sale a reventar la tertulia, vociferando y mostrando fotografías el contubernio con gobiernos siniestros –para él, de Venezuela e Irán. Otro busto-parlante de un grupo editorial habla bajo las directivas de los propietarios de esa empresa, es una marioneta, y vulgariza el debate con sus opiniones, el pobre parece un bufón cortesano. Un comentarista atufado de odio dice que si tuviera una pistola dispararía contra los diputados de un partido de izquierdas. Esta situación es la de todos los días. Para sumar a todo este guirigay costumbrista que a ratos huele a rancio, hay que sumar la encarcelación (ahora están en libertad) de dos titiriteros por la presentación de una obra inadecuada para el público infantil. Era una obra de ficción. Y el juez les mandó a la cárcel sin fianza, me recordaba al juzgamiento en el siglo XVI de Domenico Scandella, Menocchio por la Inquisición en la obra “El queso y los gusanos” de Carlos Ginzburg, me recomendó mi amigo Pepe Barletti. Buscaron mil motivos y pretextos para juzgarlo. Aquí en la tierra del Quijote siempre gana la desproporción y desmesura ¿por qué?