Antes la campaña estaba tibia, hoy se ha enfriado. Seguro que en algún momento se calentará pero es probable que sea uno de los procesos menos intensos que se recuerde. Más aún si tomamos como referencia la polarización de las elecciones regionales y municipales del 2014 donde la polarización emprendida por el actual gobernador concluyó, como era previsible, ayudando al polarizador.
Antes de la exclusión de Mi Loreto de la contienda se ensayaron algunos hechos como para calentar la campaña. Por ejemplo, la versión que Fuerza Loretana había hecho ya un acuerdo con una agrupación nacional alborotó el escenario. Pero ese alboroto se quedó únicamente en los predios de la calle Yavarí y nunca salió de ese diámetro. Más, creo, por la dejadez de todos los que dirigen Fuerza Loretana que por la indiferencia de sus opositores. Después de ese hecho esa agrupación pasó a un estado inferior al que tenía antes de ese alboroto porque tanto los precandidatos propios como los que pretendían ser invitados se dieron cuenta que no había un interlocutor válido para pensar en serio en una candidatura. Hoy todo hace pensar que Fuerza Loretana irá sin logo propio y buscará acuerdos informales que, sin duda, dispersarán aún más a sus huestes.
Porque tiene aún organización y recursos el MIL está hace tiempo en campaña. Con Rosío Torres a la principal alcaldía de la región y con René Chávez a la Gobernación. Ya han realizado elecciones internas y se han avalanzado a las calles en una repetición corregida y aumentada del “embanderamiento” que llenó de naranja las ciudades principales y los distritos más alejados el 2014. Pero una cosa es realizar una campaña focalizada en la crítica despiadada al titular del puesto que se pretende ocupar y otra, muy distinta, diseñar estrategias donde en una zona se es gobierno y en otra se propicia serlo. Los dirigentes del MIL tendrán que saber sortear esta situación para acariciar el éxito en jurisdicciones distritales y provinciales que le lleven a “pelear” la gobernación.
Como no es posible de hablar de colectividades políticas porque no participarán oficialmente como tales hay que observar cuál será el acuerdo final de Elisbán Ochoa y Jorge Mera. Ambos tendrán que sortear esa especie de crisis de identidad que les vendrá inmediatamente se conviertan en candidatos oficiales. Superado el período de tachas –que será intenso, confuso, de pronóstico reservado y una espada de Damocles que durará hasta semanas antes del 7 de octubre- veremos si ambos líderes mantienen sus preferencias. De acuerdo a lo observado en los últimos días es muy difícil que lo logren.
De los demás grupos y candidatos hay que esperar mayores precisiones y que salgan de lo preliminar a lo concreto. Mientras los partidos tradicionales tienen problemas para culminar los procesos de elecciones internas, los nuevos en campaña y agrupaciones tienen dificultades para convencer a quienes los acompañarán en la aventura. Si las principales agrupaciones y eternos candidatos sufren para calentarse es comprensible que los otros sigan en estado de frialdad. Eso cambiará luego que se cumpla el último día -19 de junio- señalado por la ley para inscribir fórmulas y listas.