El vuelo a lo exótico

Por Miguel DONAYRE PINEDO

A pesar del frío que provoca no salir de casa nos enrumbamos a la exposición “Gauguin y el viaje a lo exótico” en el Museo Thyssen- Bornemisza en Madrid. Luego de otearla me sabe a poco. Quedé insatisfecho como si le faltara algo. La muestra cartografía el viaje a lo exótico o la alteridad, pero se percibe fallida. Es una singladura con claroscuros. Pensé que se pergeñaría el itinerario de esa lucha existencial por explorar y descubrir un mundo más allá de las fronteras culturales, que sabemos que no es camino fácil. Tampoco es una ruta lineal, son pasos de avances y retrocesos, de pausas y pautas, de nudos y desenlaces. Pero lamentablemente se dice y expone lo justo, se queda en la superficie. Se avista un tenue maniqueísmo del país civilizado versus la patria silvestre que no es la vía más adecuada – con añadidos ecos y gotas de Rouseeau que enmarañan. Para un espectador colonial [y ciertamente muy complaciente] le puede parecer perfecto, pero para aquellos con otra mochila y utillaje cultural se advierte una gran laguna. Me quedé con las ganas de observar a través de la muestra como Gauguin construye esa visión de lo exótico, pero se tartamudea, se queda en las buenas intenciones. La elaboración de esas imágenes por el pintor galo se apoya en reproducciones de fotógrafos coloniales [es parte del zurrón que trae de Francia para Tahití] pero se salta muy rápido este episodio, apenas se escamotea. Se ha podido hurgar más. Recordemos que muchos de los pintores europeos pintaban indígenas sin pisar tierras americanas ni tener modelos indios – similar situación pasa con la floresta, hay escritores que describen la selva sin haberla pisado y se jactan de ello. Quizás la debilidad de la exposición es que muestra lo exótico en una sola dirección y han omitido mostrar las demás vías que existen. Porque una manzana roja y mullida en la floresta es una fruta por demás extraña.

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