EL VOTO FATAL 

En política lo peor que se puede hacer es sacar el cuerpo, esconder la cabeza o no tomar decisiones a la hora exacta. Eso acaba de suceder con la encargada alcaldesa Adela Jiménez. En sus manos estaba definir de una vez por todas la situación de ese estorbo  permanente, esa piedra en las botas ediles, ese roche para toda la ciudad y la provincia, en que se ha convertido el señor Charles Zevallos. El aludido, ese ciudadano que cree que la política es un espectáculo, cualesquiera que sea su estado mental, emocional, físico, técnico, táctico, no debería volver ni un segundo a las poltronas del poder municipal. Las denuncias que hizo la encargada alcaldesa sobre esa ingrata gestión, serían un motivo suficiente para impedir el regreso de esa camarilla de rapaces y sinvergüenzas que volverían a cometer sus desmanes si es que regresaría el viajero sin destino.

La alcaldesa encargada de Maynas, al votar en contra de la vacancia de su mentor, ha cometido el peor error político de su corta carrera. No solo ha votado en contra de ella misma, como si se hiciera una pishta implacable, un harakiri de punta a cabo, sino que ha votado en contra de la ciudad que clama desde hace tiempo por un verdadero gobierno edil. Eso es lo más grave de este espinoso asunto. Si su voto fatal en contra de ella misma le perjudicaría a ella y a sus seguidores, asesores, funcionarios y demás personas de su entorno, nos desataría la carcajada picaresca.   Pero ese voto arrasa con todos nosotros (as).

Los dioses ayudan a arrojarse a la piscina a los que no saben nadar. La encargada alcaldesa nada ahora en ese recinto. No sabemos cómo lo hace. Pero sospechamos que sabe perfectamente que una gestión de segunda, inestable, incompleta, torpedeada, es ineficaz. O nula. ¿En serio cree en eso de la lealtad la señora Adela Jiménez? ¿Y dónde queda la ciudad, la provincia? ¿No sospecha que el señor Zevallos sabe que no puede volver al municipio y que solo quiere incomodar, perturbar, jorobar?