Percy Vílchez Vela
Agotadas todas las posibilidades de realizar una buena elección, suprimidas las ocasiones de dar el voto a verdaderos representantes, las más altas autoridades peruanas decidieron caTmbiar las cosas. En las urnas no deberían estar más los votantes de siempre, que acaso nunca seleccionaban a los candidatos para darles el espaldarazo de un cargo o un puesto. De manera que se acordó, con frecuentes disputas y controversias, dar el voto a los distintos animales que poblaban el país. Así fue como en las elecciones de enero del 2020 las ánforas estaban hechas para permitir que votaran los perros, gatos, gallos, gallinas, patos, cerdos, monos. Caballos, toros, vacas, loros, guacamayos y otros animales dispersos en el vasto territorio nacional. Era la hora zoológica que iba a cambiar la historia de las elecciones.
Para una mejor disposición y acierto de la inédita votación, para que todo fuera legal y sacramentado, se contrató entonces a una legión de diestros entrenadores de animales para que les enseñen a votar. Fue así como durante meses esos expertos hicieron su trabajo visitando las casas, los zoológicos y los lugares donde habitaban los animales votantes. No podemos dejar de mencionar que en esos días se levantaron voces de protesta contra la elección que se avecinaba. Las voces encrespabas decían que ningún animal podía votar por nadie, puesto que carecía de inteligencia, de capacidad de decidir su voto en las urnas electorales. A esos cuestionamientos se respondió con pruebas irrefutables de la sapiencia de los animales que podían aprender a elegir en las ánforas de votación. El debate continuo en esos días hasta el momento en que aconteció la votación oficial.
Desde tempranas horas de la mañana, los dueños de los animales desfilaron hacia los centros de votación. En las puertas los animales fueron sometidos a una revisión extremada para detectar posibles impostores camuflados que votarían a su gusto. Cuando se comprobaba que, efectivamente, era un animal legítimo se procedía a hacerle pasar al ánfora que estaba en el suelo. Allí los miembros de mesa mostraban los nombres y los símbolos de los candidatos y el animal tenía que mostrar su preferencia en el término de la distancia con algún gesto o movimiento indiscutible. Cuando estaba por terminar la votación, los jueces de la corte de la Haya emitieron el veredicto de que esa elección carecía de valor pues los animales no podían elegir a nadie. Pese a todo ello, las autoridades electorales proclamaron a los candidatos ganadores gracias al voto animal.