En el árido otoño de Katar, dentro de un mes se inaugurará otro campeonato mundial de la de cuero. Todo está listo para el mambo de la rodante y circulante pelota. El nombre de Perú no figura en ninguna parte. No es que haya sido eliminado nuevamente, sino que ese país ya no existe. Sucedió que ante la convulsión de las reivindicaciones masivas, episodio que incluía a cuanto marginado, paria o excluido, anduviera en ese inmenso territorio, la vieja y gorrera Ciudad de los reyes y los caballos de paso y peso, se independizó definitivamente de los otros, los provincianos, los pedigüeños, los que no tenían la sartén por el asa o el mango y no podían mangonear.
La batalla por la emancipación de la urbe rimense fue atroz. En cualquier parte hubo barricadas, trincheras, enfrentamientos a puño limpio y artera patada. En sesión secreta y protegida por guardias civiles contratados, los ricachones de Lima, que no soportaron tanta marcha de los suyos, los míos y los ajenos, decretaron el separatismo, dieron el nombre de República Nacional de Lima a la nueva demarcación y pusieron todo el ardor y el sudor para clasificar a la justa pelotística que se venía galopando. Y pasó otra vez de largo porque el combinado limeño fue eliminado en un partido extra por la poderosa escuadra de República Federal de la Paz que también se había liberado de los sórdidas cargas de los provincianos de la antigua Bolivia.
El resto del viejo país desintegrado todavía no se pone de acuerdo sobre el nombre que llevará de aquí para adelante. La discusión no tiene término y para disimular que ni siquiera participaron ilusionados en las pasadas eliminatorias para la cita de Katar, harán un colectivo y populoso campeonato relámpago de fútbol imitando a esas brutales justas rurales.