Del linaje Achuar:

Escribe: Percy Vílchez Vela

La primera liberación en el territorio amazónico fue una gesta indígena. En 1742 Juan Santos Atahulpa inició una rebelión que nunca fue derrotada por las fuerzas hispanas y que emancipó al  linaje de los Asháninca del poder virreynal. Era temprano y las gestas de la emancipación del poder castellano todavía no comenzaban. El sueño de la liberación de los pueblos oriundos no se detuvo desde entonces y hoy por hoy es un viejo anhelo. En esa ilusión se encuentran los actuales Achuar que quieren independizarse del Perú. 

Desde la zona del río Pastaza, bajo el amparo de la organización local conocida como Federación de la Nacionalidad  Achuar del Perú (Fenap),   44 comunidades de esa nación han decidido alcanzar su independencia, su autonomía. Para conseguir ello no han apelado al estallido de la violencia, sino que han presentado una Acción de Amparo ante el Poder Judicial donde exponen sus puntos de vista sobre el particular y donde defienden su  cultura ancestral, sus manifestaciones sociales, su sabiduría de siempre, sus usos y costumbres.

De acuerdo a la versión del apu Jeremías Petsein, el hecho de pertenecer al Estado peruano no les ha significado una victoria o una ganancia. Muy por el contrario, ha tenido que soportar a lo largo de los años maltratos y hasta carnicerías. Más teniendo en cuenta que su territorio alberga una de las riquezas más requeridas por el país al que pertenecen todavía: el petróleo que es un recurso donde se pueden leer todas las contradicciones de la conflictiva relación entre ellos y la nación peruana.

Las 44 comunidades Achuar están cansados de no ser ellos mismos y quieren vivir de acuerdo a su idiosincrasia cultural, respetando sus códigos y normas, sin someterse a los dictados extraños y occidentales del Perú. Consideran que es el momento de poner un límite y una frontera para dedicarse a sus asuntos, bajo sus propias leyes, e iniciar su verdadero despegue. Esperan que la justicia les escuche, atienda sus razones y actúe en consecuencia para así convertirse en el primer colectivo indígena en lograr su independencia.

Una cosa muy importante que resalta en la Acción de Amparo es que las 44 comunidades y aldeas Achuar no quieren desligarse a la mala del Perú. No quieren generar hechos violentos o malentendidos con ese país. Al contrario, quieren seguir teniendo relaciones de igualdad donde resalte el mutuo respeto a la personalidad de cada quien. Es decir, los Achuar quieren evitar los resentimientos y los reconcomios de un separatismo o de una división. Por eso han apelado a la justicia ya que anhelan vivir en paz con la nación peruana.

Desde luego, es muy difícil que el Estado peruano les conceda la independencia o la autonomía. De hacerlo se  resentiría la integridad territorial y se armaría un verdadero  problema con la vigencia de la novísima nación cercana. Lo que puede hacer el Estado es escuchar las sólidas razones indígenas, respetar sus decisiones y sus normas internas y brindar una mayor atención a esas comunidades tradicionalmente marginadas. Por su parte los Achuar pueden ganar algo con esa ilusión de independencia o autonomía.   Pueden ganar la consideración y el respeto de los demás peruanos.

Contemplado superficialmente el anhelo Achuar puede parecer descabellado o pintoresco.  Pero mirado con atención y hondura,  la búsqueda de emancipación se convierte en un buen ejemplo de un viejo sueño que late en muchos de los pueblos originarios amazónicos que a lo largo del tiempo han sido víctimas del Estado peruano. Ese sueño siempre está presente en tantos indígenas que no encuentran otra salida para escapar del atraso y del subdesarrollo. Ese intento de independencia y autonomía también nos recuerda que al interior del país  hay mucha injusticia.  Ojalá que el Estado comprenda cabalmente ese clamor que en el fondo es un reclamo de una mayor respeto a la cultura oriunda y una mayor atención para los solución de sus problemas.