Por diversas razones, históricamente los dirigentes sindicales en general y los llamados “luchadores sociales” no han sido cuestionados por el vandalismo que provocan ni por la violencia que promueven en contra de sus acciones antidemocráticas. Lo que ha sucedido la semana pasada, sin embrago, ha evidenciado una crisis en la recién estrenada dirigencia de la CGTP y un alejamiento total de las pretensiones del pueblo que, contradictoriamente, dicen representar. En verdad apenas se representan a ellos mismos.
La CGTP, que en teoría debería ser el gremio mayor convocante para toda acción reivindicativa de los trabajadores, se ha vuelto un grupúsculo donde prevalece la decisión de una cúpula que, a veces con palos y picos, impone acciones sin ninguna razón. David Cachique, actual secretario general, ha tenido que ser enfrentado por un propietario de establecimiento en el mercado “Modelo” cuando intentaba cerrar el local sólo porque él determinaba. Ojalá que esta experiencia -en la que, según los testigos, su rostro demostró pavor- le haya servido al dirigente para que primero convenza, luego haga lo demás. Eduardo Vásquez, miembro de la Directiva de la CGTP, ha quedado mal en una entrevista en el programa “La razón” que dirige James Beuzeville en Radio Arpegio, porque aún no sabe quiénes son los culpables del alza de los productos y ha participado en una acción de lucha donde el lanzamiento de basura a las calles era su método. Por supuesto que eso mereció el repudio ciudadano. Con el añadido que los dirigentes sindicales -Eduardo Vásquez, por ejemplo- demuestran un sectarismo patológico que algunos periodistas, ingenuamente, creíamos que era exclusivo de las autoridades: se niegan a contestar las preguntas de quienes discrepan con ellos lo que grafica que la mediocridad también se impregna de mentes lúcidas.
Y en esa avalancha de reivindicaciones contenidas los dirigentes de los gremios de las diversas entidades han sido solapados porque cuestionarlos llevaba a que te coloquen el mote de “enemigo del pueblo” o “traicionero” y, en el peor de los casos “traidor a la patria”. Como ese discurso se les acabó, por lo menos en estos meses, por el ingreso de nuevas autoridades, hoy han salido a las calles a lamentarse por la elevación del costo de vida cuando antes aplaudían a los que promovían las medidas que provocaron toda esa alza. Y esos dirigentes no han tenido escrúpulos en invitar -aunque usted no lo crea- a los que según ellos mismos son los causantes de esos males y de la corrupción que impera en el país. Esos dirigentes por lo menos que no pidan coherencia cuando ellos carecen de esa condición.
Lo que sucede en Electro Oriente y Sedaloreto es digno de un análisis más profundo y amplio. Solo basta decir que en esas instituciones los que se dicen llamar sindicalistas están más interesados en los “pactos colectivos” que en el beneficio colectivo. Ésa es una de las razones -no la principal, es verdad- por la que el servicio de agua potable y energía eléctrica nunca mejorará. Los trabajadores -con los dirigentes a la cabeza- están preocupados en quedar bien con la patronal para que esa patronal no tenga líos laborales, pues es desde dentro de dichas empresas que se solapa la mayor cantidad de barbaridades.
El sindicalismo loretano está en crisis y el paro de 24 horas del 27 de febrero ha servido no sólo para saber que el pueblo puede enfrentar a los dirigentes incoherentes sino que con estos dirigentes jamás se logrará cambiar la situación de crisis que vive Loreto, aunque algunos digan que pueden cambiar de actitud. Ojalá que los sindicalistas -a quienes los queremos y necesitamos fuertes y sólidos- se den cuenta de sus errores y en el futuro no vuelvan a cometerlos porque están avisados: los enfrentarán con la palabra y, en algunos casos, con cuchillos.