En un tren vetusto y a punto de destartalarse, el fecundo asesor de los fujimoristas de hoy y de todavÃa, Hernando de Soto, recorrió el paÃs de rabo a cabo. En su esforzado itinerario abrÃa los vagones oxidados para sacar, uno por uno las carretillas que regalaba a los posibles votantes. La donación era todo un zafarrancho de ruidos y de estrépitos y acababa en una surtida ceremonia etÃlica. El soberano de la carretilla contribuyó como nadie para que la gran Keiko Sofia ganara las elecciones del 2016. Desde el dÃa siguiente del resultado elector, el magnate de las carretillas procedió a recibir a los usuarios que iban a tener suculentos préstamos de dinero.
El indiscutido rey de la carretilla, como es sabido, consideraba que cualquier persona puede dejar como garantÃa un vehÃculo  para que los bancos suelten la marmaja. Asà fue. El banco de Hernando de Soto pesó, midió, comparó y comenzó a entregar dinero a raudales. Las únicas garantÃas eran las carretillas oxidadas. Y la plata salió a raudales de las bóvedas de aquella entidad financiera que el mismo nuevo gobierno inauguró. Era el inicio de una verdadera renovación en la economÃa nacional, donde el despegue personal y colectivo pasa por la posesión de una carretilla de cualquier marca y de cualquier tamaño.
En su oficina principal, ubicada en un arrabal de la capital peruana, de Soto vive rodeado, cubierto, aplastado por las carretillas que sigue regalando a manos llenas a los diferentes emprendedores peruanos que confÃan en la garantÃa que dan cada dÃa. Dentro de poco, el también llamado “loco carretilla†hará una rifa para premiar el esfuerzo de los peruanos por salir de la tumba del atraso y la dependencia. Analistas polÃticos sostienen que de Soto volverá a usar las carretillas para participar en la nueva reelección del ahora liberado ingeniero Alberto Fujimori.