El regidor de las botellas caídas
En una de las calles de la bebedora ciudad de Iquitos, en horas de la noche, mientras los probos ciudadanos (as) dormían a pierna suelta o ruidoso ronquido, lejos de ambiciones lícitas o ilícitas, de deudas, de ocultos deseos, las afamadas, espumeantes y algo amargas botellas de cerveza comenzaron a caer como impulsados por una fuerza misteriosa. Las heladas caían de un motocarro, caían como obsequios de candidatos, caían como en un novedoso juego de capillo. Tanta caída cervecera, llamó la atención de los gallardos miembros del serenazgo que entre las calles Morona con Alzamora intervinieron al vehículo.
Las atractivas botellas del pan líquido, el otro nombre de la cerveza, dejaron de visitar los agujeros del pavimento. Quedaron las cajas desafiantes a cualquier garganta. Hubo una trifulca, golpes que iban y venían. Como este editorial no es una crónica policial sobre chupadores que no controlan sus excesos y arman chongo, omitimos los nombres de los que resultaron detenidos no por perder tantas botellas, sino por alterar el orden público. Y mencionamos el nombre de un alhaja.
La del regidor del Municipio de San Juan, señor Nikyoli Nolberto Ching Chávez. Resulta que esa autoridad edil, con cobro de dieta y otras gangas propias del cargo, se sumó a los que dejaban caer las botellas espumeantes. Es decir, intercedió, defendió y hasta se trompeó con los serenos. No le detuvo su condición de persona pública y se puso saltón ante los uniformados. A lo peruano, el señor referido quiso jactarse de su puesto, pequeño pero puesto al fin y al cabo, pretendió amedrentar a los serenos, intentó hacer valer su regiduría para salvar a los que dejaban caer las botellas. Es decir, defendió algo que no estaba bien. El anodino puesto de regidor le queda demasiado grande al citado. Antes de meter la pata y la credencial en algo doloso, el señor Ching Chávez debería mejor dedicarse a estudiar la frase que dice que si tomas no manejes o aquello de beber en exceso es dañino para la salud.