EL RECURSO DE LA VACA
El recurso mampolonesco y haragán de hacerse la vaca afecta la educación en cualquier parte. No es ninguna novedad en el frente del saber que estudiantes de uno y otro sexo decidan, solos o en patota, no ir a las aulas y arrendar por las playas donde la vida es más sabrosa o el bar. Entre nosotros (as), los laboriosos bosquesadores o montaraces o montepíos, esa modalidad de vagancia no es solo ejercicio de los estudiantes. Puede ser asunto de los mismos docentes. Y es más dañino que profesor burro. El vaquerío, amplificado, viene dándose en la lejana Jeberos, nombre que se refiere a un linaje amazónico de gran importancia para una verdadera historia amazónica. Amplificado porque tantos docentes no asisten a sus clases. No por andar en empinamientos del codo u otro menester importante, sino simple y llanamente porque nadie les contrató.
Es decir, ni la señora ministra del sector educacional, ni el señor director de la DREL, ni la señora que manda en la UGEL, ni los adivinos de la suerte, ni Perico de los palotes, supieron que el número de alumnos (as) aumentan cada año en cualquier parte. También en Jeberos, por supuesto. Y no tomaron la medida que era contratar más profesores (as). Es decir, fomentaron el hacerse la vaca pero en serio. Las clases ya comenzaron hace siglos y los padres de familia de los estudiantes que no tienen docentes están bravos. Y con razón.
El relajado y haragán recurso de fomentar al ganado en el terreno educativo, como si no hubiera pasto o establo disponible, es un rasgo bastante acusado en el sector educativo de estos humarales. Y no es dejar de ir a clases. Es no hacer clases. Y no por los cortos o largos feriados, la celebración del Día del Chicharrón, sino porque así son las cosas de la pereza local. Si queremos progresar en ese rubro tan desdichado, debemos acabar con esa ganadería extendida. Acabar con todas las vacas o vaqueríos del sector.