El puesto menos cero
En el campo del vicio los peruanos avanzamos a paso seguro, a pulso firme. Por ejemplo, el año pasado exportamos cualquier cantidad de pisco. El país avanza, desde luego, en el seco y volteado, en la tomaduría, en la muca. En la comida no andamos mal. Se espera que exportemos toneladas de pollo a la brasa en algún momento. Pero la buena mesa no hace a un país de ganadores, sino de ganados. En lo mejor y bueno andamos en la alcantarilla. Es decir, en la cola, en el último lugar. Para variar un poco esa perniciosa costumbre, acaba de salir la cifra de la investigación universitaria a nivel continental. La grande nación incaica, con sus glorias pasadas y presentes, sus rectores y sus sueldos millonarios, sus universidades fundadas en cocheras, sus dos o tres upis, anda como la selección pelotera.
El claustro peruano, cuna de grandes hombres y mejores mujeres, no investiga ni cuando llueve. Ni cuando contrata a un policía particular. O a un sabueso de la policía para que averigüe dónde anda el billete no habido. Así las cosas, considerando que la investigación es el alma de cualquier universidad, hemos perdido la ruta y la entrada al primer mundo, sentida y cacareada ficción del enorme Alan García. Estamos en el peor de los mundos y nuestras universidades son cenecapes encargados de dar títulos, becas y puestos de trabajo. Es decir, son falacias de universidad. O casas preuniversitarias o colegios con rectores y catedráticos. O cualquier cosa.
La brutal encuesta no se ocupa de las universidades provincianas. Felizmente. Porque entonces se inventaría algo peor que el último lugar para catalogar a los claustros locales. Es posible que se utilizaría a las matemáticas para clasificar a esas pretenciosas universidades. El puesto menos cero, es decir, después del último lugar, sería su ubicación real. ¿Qué trabajos de investigación puede mostrar cualquiera de nuestros cenecapes que dependen de la ANR?