En la esquina de las calles Próspero con Brasil hay ahora un hombre de edad avanzada que se dedica a labores de lustrín. Pese a sus años es muy activo y atiende a sus clientes con una vitalidad envidiable. No siempre el lustrín se queda en esa esquina, sino que sale a recorrer las calles de la ciudad ofreciendo sus servicios a todo aquel que encuentra en su camino. Suele lustrar con suma rapidez y deja los zapatos como espejo. Nadie sospecharía que detrás de ese lustrín figura una eminencia, un político de fuste, un hombre que alguna vez fue presidente del Perú. Pero así es, pues el lustrín es el mismo Alejandro Toledo.
La conversión de Alejandro Toledo en lustrín comenzó en aquellas elecciones generales del 2016. En una de sus visitas a una ciudad quiso pasarse de listo y se puso a lustrar los zapatos de una señora de edad. La noticia de la imprevista lustrada dio la vuelta al mundo y Alejandro Toledo sintió que era una gran oportunidad para subir en las encuestas que no le favorecían. De manera que se dedicó a lustrar los zapatos de los que asistían a sus presentaciones, conferencias y mítines. Luego, provisto de su cajón donde estaban el betún, la escobilla y otros implementos de la profesión, se iba a posesionarse de cualquier esquina y se dedicaba a lustrar pidiendo votos para su candidatura. El día de la votación Toledo lustró los zapatos de los que hacían cola y de los miembros de mesa y se fue a depositar su voto en el ánfora con una cara de contento.
Pero las elecciones pasaron sin pena ni gloria para Alejandro Toledo. No ocupó ni el último lugar y ya no pudo dejar de lustrar en ningún momento. Porque en esa labor el aludido encontraba una paz interior que nunca había sentido.