EL PAÍS DE VAGOS

La palabra “pizarrinos” designó  un tiempo a los moradores del Perú. El término tenía que ver con los famosos Pizarro y no era un elogio,  precisamente. Era un insulto. Luego, ya en la era republicana, nuestro país fue conocido a nivel internacional con el horrible título de “país delincuente”. Tamaña designación ocurrió debido a la escandalosa corrupción que dominó en el tiempo de los trenes. Don Enrique Meiggs hizo fulminante carrera en ese entonces con la coima, el soborno, el delito. Allí se afianzó la patria oscura de la garra larga, de la rapiña. En estos tiempos el Perú podría ser una nación de cocineros con sus sartenes, sus ollas, sus preparados. Pero no creemos que ello prospere porque gastronomía hay en todas partes.

Lo que no hay en otras partes es el famoso feriado largo, el vasto rojo en el calendario. Lo que dijo el señor Eduardo Vásquez sobre el particular, sobre el miserable día, el pobre día, las tristes 24 horas a la semana que laboraron los servidores públicos, nos tiene que poner en alerta. Y máxima. En primer lugar, una nación progresa gracias al trabajo, al esfuerzo constante, lejos del exceso del descanso. Nada puede mejorar realmente si los trabajadores andan de feriado en feriado, de celebración en celebración, de turismo en turismo, dejando para luego lo que pudieron haber hecho en ese momento.

El feriado largo en este Perú, que requiere del esfuerzo de sus hijos e hijas, viene desde los días del ingeniero Alberto Fujimori. Los gobernantes que vinieron después no se apartaron de esa costumbre extraña y el actual régimen también anda en lo mismo. Pero el feriado largo no es conveniente ni aconsejable en momentos que en el mundo la crisis económica no es un cuento. Es mejor prepararse para lo peor. Y es mucho mejor trabajar en serio.  No somos adivinos, ni profetas de nada, pero a ese paso de descanso largo y tendido podríamos ser conocidos dentro de poco como “el país de los vagos”.