ESCRIBE: Percy Vílchez Vela

El primer amazónico que frecuentó Europa no es absolutamente desconocido. En el torbellino de la vida española debió dejar algún rastro. En Madrid no quedó ningún recuerdo del cacique selvático que visitò esa capital como invitado del capitán Alonso de Alvarado. En Londres nadie recuerda a Omarino y el otro. De Juan Aymena perdura la búsqueda incesante del escritor Miguel Donayre. De los otros amazónicos queda ahora el testimonio escrito de Gerald Rodriguez.

El almirante Cristobal Colon llevó a varios indígenas a España para que sirvieran de esclavos. Uno de ellos se quedó a servir en la Corte con el nombre de Juan de Castilla. Nadie sabe qué explorador ratero inglés se zampó los diablos buenos del bosque para que luego sean mostrados como payasos en Londres. Nadie entiende qué atroz inglés cazó los bufeos para venderlos en París como objetos curiosos.

Es posible conocer a los que llevaron a la india iquita como una virgen inspirada por el cielo. Fueron los jesuitas desterrados que pasaron por Lisboa.

El origen de las lamentaciones del ayaymama no necesariamente puede estar en el estudio que hace el jesuita Jaime Regan y tantos otros, sino en un aviador asesino que se pierde para siempre en doloridos ayes. El primero que quiso patentar los recursos amazónicos fue don Antonio de Villasante. El otro saqueador. Más moderno, más emprendedor, pretendió patentar en Estados Unidos la liana de los sabios o ayahuasca. Hay un saqueo silencioso que nos acompaña en la historia. Esa historia que está por contarse.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí