El nuevo rol del adolescente…
Escribe: Lic. Werlinger Montes Panduro
¿De dónde nace la irresponsabilidad del adolescente con sus compromisos como alumno, hijo, ciudadano, amigo?
Cuando la espiga es arrancada por el viento, la tormenta o el perjuicioso bicho, la siembra ya no precisa del cegador para la cosecha; mucho menos el agricultor el sable para su cuidado y finalmente ya no espera el fruto; así, el “hombre” adolescente que asume su autoformación como un reto suyo, como una responsabilidad sin compromiso con un adulto ni la ayuda de nadie, sin la intervención de la sociedad, la escuela y los adres se vuelven incapaces de enderezar el rumbo equivocado de éstos.
Cuando el adolescente asume su propia formación se produciría lo que yo llamaría el “efecto cinematográfico”; es decir, una ficción real, una falsa realidad que desemboca en una formación equivocada y determinada por el quizá, por el así debe ser, por el tal vez, el puede que así sea y finalmente: ya me equivoqué pues, qué hay. Y allí los grandes perdedores son la escuela, la sociedad, la familia y el estado.
La indolencia, la tolerancia en un grado desfavorable condena y promueve actitudes absolutistas y antojadizas en los menores de edad. Actitudes permisibles de padres “vencidos” por los comportamientos de sus hijos; el chantaje (el padre no es sinónimo de franqueza, tenacidad y firmeza) y la corrupción a nivel de la familia son otras de las causas de este problema que está afectando el desarrollo intelectual, cultural y emocional de la juventud. Por último, y quizá el menos notorio pero el más difícil de todos los factores es la nivelación de poderes: tú me dices que haga esto, pero tú haces lo contrario. Padres son padres, aquí, en la China o en la luna.
Hace unas semanas escuche la siguiente conversación: eran las tres de la mañana y vino la batida… Nos agarraron los tombos y llamaron a nuestros padres… Qué te ha dicho a ti… Que me va a castigar… Hay, una correría ha sido amiga. Yo me metí debajo de una mesa, pero una maldita policía me encontró… Mi padre me ha ofrecido palear, a ver nomás, queriendo que le delate con mi madre que le he visto con su secretaria, el otro día… A mí sí me castigaron porque con mi padre no hay ninguna concesión: me han quitado el celular, la tele y no puedo salir, pero ya me he divertido siquiera una vez en mi vida… Hay, amigas, en cambio yo he regresado jirocha; mi padre no decía ni pío porque si no ya sabe él… Ay, pero qué rico hemos bailado ese día amiga… No hay nada qué hacer.
Creo que soy el único que sin ser padre intento darles una orientación adecuada y/o nueva a la juventud, mientras los demás se enfrascan en una conservadora irrealidad de la vida. El tiempo del “respeto” ya pasó; ahora estamos en la era de la levedad, de la vida ligera e ideográfica. Todo entra por el gusto y la vista y no hay valor que lo detenga. Creo que la generación de estudiantes actuales necesitan un cataclismo para fijar y establecer bien el rol que les corresponde en esta sociedad llena de oportunidades y amenazas.