Después de la derrota de Perú ante Brasil, la afición incaica se calló en todos los idiomas. Y como una maldición se acabó el festejo moviendo la parte terminal del cuerpo. Los peloteros dejaron de farandulear todos los días, de armar escándalos de faldas, de amanecerse en discotecas, de armar juergas en las concentraciones y se dedicaron a meditar sobre la lejanía de Rusia. Pasaron los meses y cuando se le ganó a Venezuela en Lima volvió el ímpetu festejante, el relajo, el movimiento parrandero. Era inusitado ver tanto alborozo y tanto jolgorio pese a que se le había ganado al equipo más débil del continente pelotero. Pero a partir de allí las cosas fueron cuesta abajo y Rusia se alejó definitivamente del destino peruano.

Como tantas otras veces, hubo golpes de pecho, críticas constructivas y destructivas, promesas de mejora en el menor tiempo posible y las cosas volvieron a su cauce. Es decir, a lo mismo de siempre. Entre tanto los jugadores que se cansaron de no acudir a un mundial de la de cuero, decidieron dedicarse a otro deporte. Al deporte del tonteo, nuevo ritmo que causó furor hace tiempo. El baile consistía en mover el esqueleto, arrojarse al suelo, darse la vuelta, sacar lo más posible la parte posterior y golpearse contra la pared con inusitada violencia.

A fines de este mes se realizará el primer mundial del tonteo y muchos ex futbolistas peruanos participan activamente en esa contienda. Si no fueron a Rusia a lo menos podrán ir a Buenos Aires donde se llevará a cabo dicho evento. La afición peruana, que es fanática del nuevo baile, confía en el buen desempeño de los participantes de la roja y blanca, delira por el primer puesto en la contienda universal y espera que los ex peloteros no la echen a perder desvelándose, bebiendo licor y amaneciéndose en discotecas.