El museo del oriente
En el nutrido calendario de oportunidades perdidas, de ilusiones destronadas, de postergaciones sin nombre, destaca el olvidado Museo del Oriente. En Iquitos era 1940 cuando el alcalde José M. Palacios quiso levantar un edificio de esa magnitud. Al parecer, no tenía muy en claro lo que era un museo porque también quiso meter en el mismo local un instituto de investigaciones. No una sede policial, sino algo científico. Al final, todo se trabó y no se puso ni la famosa primera piedra. Hace 72 años, ni más ni menos, apareció el sueño del museo, y también ocurrieron reuniones, gestiones, discusiones y demás perlas, pero el importante edificio brilló por su ausencia. Eso puede pasar ahora.
El mandatario corredor, Ollanta Humala ordenó, sin dudas ni murmuraciones, al congresista Víctor Isla que se encargue de levantar el Museo Nacional Amazónico. La gran oportunidad está allí, pero se puede perder si el comandante retirado pierde la ilusión. El reunionismo puede ser fatal: de cita en cita se puede perder tiempo, iniciativa. Invitar a gente que nada tiene que aportar y que nada sabe de museos, como es el caso del tránsfuga y empoderado Martín Reátegui –cómo pericotea dentro del poder burgués- pude ser estéril. Y trabar todo.
El Museo del Oriente es más importante que el aire quemado que respiramos. No solo para encerrar a tantas momias que andan por las calles, sino para tantas cosas cruciales de cara al porvenir. Para los niños y niñas, por ejemplo. Desde esta sección le sugerimos al congresista que sea más mosca. Más audaz. Más brutal. Por ejemplo, que solicite donación de piezas al Museo de los franciscanos de Ocopa, al Mueso de los dominicos de Lima y al Mueso del Toé de Rioja. Si los promotores de esos lugares citados no quieren donar, que vendan algo de lo que tienen. Ello sería la primera piedra de ese museo posible.