Un amigo me comentaba que Perú cree que sus deportistas son héroes y no hay una política pública sobre el deporte, me dijo casi indignado ante los juegos panamericanos que se llevaba a cabo en Lima. Ese comentario es una constatación de lo que ha sido el deporte y los deportistas en territorio inca, mochica, aguaruna, kukuma entre otros que pueblan ese país de orografía difícil. Los que más recordamos son las proezas, el triunfo que se esfuma. Qué importa que no se haya ganado la Copa América pero hemos ganado a Chile, esas palabras muestran el cortoplacismo en el que estamos envueltos y cualquier comentario en sentido contrario te pueden llamar desde aguafiestas hasta antipatriota. Recuerdo que los triunfos de otros deportistas peruanos y peruanas en diferentes deportes es casi por el esfuerzo y tesón de ellos, no que haya habido un apoyo decidido del Estado como tal. Al talento y la constancia no le damos importancia. Estamos en otra. Mientras sucedía el drama de las medallas por los panamericanos, drama para Perú que cada día que pasaba veía que retrocedían en el medallero a los últimos lugares, un muchacho de veintidós años, nacido en Zipaquirá, Colombia había ganado el tour de Francia, es decir, un premio grande. Uno de los favoritos era Nairo Quintana otro de sus compatriotas y el más conocido y desde casi del anonimato (para mí) emergió Bernal para dar el campanazo. Suelo ver el tour casi de soslayo por la tele y leía las noticias en los diarios. Casi en el epílogo del tour apareció Egan Bernal para ganarlo y como presagian puede iniciarse una nueva era en este deporte que los periodistas, malos agoreros, a cada momento señalan el fin de ciclo ¿fin de ciclo de qué? Bernal tiene unos registros físicos descomunales y puede ser un buen augurio para el ciclismo. En uno de mis viajes por el sur de Francia, Burdeos, nos cruzamos con el tour, era y es una fiesta enorme, me sorprendió la entrega del público, supongo que para Bernal habrá sido igual luciendo el ganador maillot amarillo, uno de los colores preferidos de su coterráneo Gabriel García Márquez. Bien por la constancia.

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