El mago viajero

El mago de Oz, o cualquier otro astro del ramo de prodigios, es el único que puede hacer lo que hace don Charles Zevallos con su respetable sueldo. Un milagro digno de abracadabra o de cualquier otra palabra que convoque a las potencias desconocidas para transformar las cosas, para convertir los objetos en otra esencia. No sabemos dónde aprendió el alcalde de Maynas el arte de sacar panes de las piedras, conejos de la suerte de los bolsillos y palomas mensajeras de la nada. Pero estamos seguros de que cada vez que pasa por caja, mete todo su billete en un sombrero de copa, le da tantas vueltas pronunciando el conjuro mágico y en un tris o tras aparece la suma pedida, la cifra anhelada.

El mago volador u osculante, podríamos nombrar ahora al locuaz y embarrador burgomaestre. Porque solo así, con arte de pura magia, puede hacer lo que hace con su sueldo edil. Es decir, pagar una deuda astronómica de un cocacho y, todavía, ahorrar al mismo tiempo en un banco extranjero. La única manera es que su dinero se quintuplique dentro del sombrero para poder hacer esas movidas financieras. ¿Cómo sino, con 12 mil soles al mes, puede cumplir tantos compromisos prestamistas y bancarios?

El mago volador quiere irse por la tangente, como en uno de sus tantos viajes. En vez de explicar su habilidad sombreril que pare billetes tras billetes, dice que una mafia le cuestiona o le denuncia. El viejo recurso de tirar la pelota al otro campo, de tramar conspiraciones, para no responder de frente a las acusaciones. Para evadir el tema de fondo. No hay ninguna mafia, señor alcalde cuestionado. Lo que hay de su parte es magia. Lo que hay de nuestra parte es una necesidad de vigilar las funciones públicas y de velar por el dinero de todos. Sean o no sean magos viajeros.