EL LUSTRADOR DE BELLAVISTA

En su agenda de diario trabajo, entre sus habituales tareas cotidianas, que nada tienen que ver con hacer redadas, batirse en duelos verbales y recibir cachetadas de madrugada, el pateresco burgomaestre de Punchana debería incluir el de esforzado lustrín. Entonces, armado de escobilla nueva y limpia franela, debería dejarse de cosas y arrendar por Bellavista. En el acto, antes de que llueva palo con punta, antes de que venga la creciente y sus puentes endebles y costosos, antes de que aparezcan los brutales chinos, debería proceder a lustrar ese lugar que durante días ha sido agraviada por cerros de basura.

El señor Brunner no debería quedarse atrás. Debería dejar su escoba tras la puerta y debería dejar de tratar de arreglar los viejos camiones de su fallida empresa y ayudar a su pata con su escobilla y su trapo. Entonces ambos ciudadanos, juntos y nada revueltos, deberían esforzarse a cuatro manos para limpiar ese lugar de la frontera iquiteña que pasa por un atractivo  turístico. En estos días perdió todo prestigio y se convirtió en un  muladar que hizo correr a los visitantes diarios. No queremos que el señor alcalde pierda la calma y junte esa basura amontonada en una furgoneta y le lleve a botar en la puerta o la vereda o la huerta de la casa del señor Brunner. Porque así acumularía más basura. Anhelamos la paz entre autoridades de primera y empresarios de éxito.

El lustrador de Bellavista u otro lugar es el destino que queda al señor Cardama de aquí en adelante si las cosas siguen tan mal en la limpieza diaria. Es decir, el burgomaestre podría renunciar a sus labores habituales ediles para dedicarse de lleno a ese menester higiénico. El recogimiento de la basura sigue tan mal como desde el inicio del mundo entre nosotros. Y es peligroso que se acumule durante días en cualquier parte. Para evitar una peste repentina, en determinado momento de esa tragedia universal, si la cosa no cambia, todas las autoridades tendrán que volverse lustrines con sus franelas y sus escobillas.