Después que el pelotero Carlos Ascues fue pillado mientras se vacilaba luego de los entrenamientos de su equipo, decidió dejar el fútbol. Y dedicarse, en cuerpo y alma, a beber hasta las últimas consecuencias. Era entonces su más caro anhelo que entorpecían los entrenamientos y los partidos que tenía que realizar para poder comprar el licor que le gustaba desde hacía largos años. Así que en su misma casa de Jesús María se dedicó a chupar día noche convocando a todos los borrachines que tenía el pelotismo peruano. Era frecuente entonces que se desaten tomadurías que llenaban esa calle y donde se armaban broncas entre embriagados y los vecinos no sabían que hacer para detener los desmanes de esos peloteros que venían de tantas partes. Inclusive aparecieron una madrugada un par de jugadores internacionales que querían beber hasta las últimas consecuencias. Así fue como Carlos Ascues arrojó por la borda un futuro prometedor como futbolista, optando por la borrachera como sistema de vida.
En su delirio tuvo la ocurrencia de armar una liga con jugadores mamados y ebrios que compitan en los patios o las huertas de los bares de Lima y otras ciudades del país involucrados en esa cruzada de la ebriedad. Tanto se empeñó en esa jornada que muy pronto aparecieron los partidos callejeros con jugadores borrachos que se caían los unos sobre los otros, nunca metían un triste gol y armaban jaleos que terminaban en broncas campales. El borrachín Carlos Ascues no cejó en su empeño de alcoholizar a la pelota y hubo un tiempo en que abrió una escuela de niños para que aprendan a jugar mientras empinaban el codo. En esa insólita cruzada fue que arribó a Iquitos completamente borracho y cargando varias pelotas que le daban un aspecto estrafalario y cantinero.
En esa ciudad de borrachos sin control, donde la diversión comienza el jueves y acaba la noche del domingo, encontró campo propicio para su propuesta borrachuda. El que menos quería participar en ese campeonato conocido como Pelota de Trapo donde iban a participar todos los niños después de beber uno o más vasos de cualquier licor regional. Eso fue el comienzo y las cosas cambiaron con el correr de los años. Hoy por hoy los peloteros iquiteños entrenan en los bares, amanecen chupando antes de un partido y así borrachos se van a la cancha a jugar a la nada.