En la calle Malecón de Iquitos, el lugar que ahora es bordeado por el río Itaya, entre los números 184 a 188, estaba el negocio Fabrica de Licores de Altimira y Cía. El director o gerente de la misma era el señor José Farrera que, entre otras cosas, tenía la misión de no fallar a su distinguida clientela que prefería a toda hora y en cualquier circunstancia bebiente El Gran Licor Amazonas. El negocio como que iba viento en popa pues el citado comercio atendía a sus sucursales de Yurimaguas, Nauta y Contamana. Es decir, el flamante elixir local tenía en varias partes de la fronda su público y su cliente con la sed a todo fuego.
La oceánica costumbre de beber licor es contemporánea del surgimiento de Iquitos. Ello es, desde luego, una exageración pero nos sirve para graficar la cantidad de gargantas secas que han vivido y viven en esta urbe. Chupar es parte de la idiosincrasia local y ello se grafica mejor con el lugar expectante que ocupamos a nivel nacional. Hace un siglo esa costumbre de mamar, licor, era un acto más localista, más amazónico, pues se bebía un trago preparado, envasado y vendido en la ciudad de entonces. El licor de casa no era un hecho aislado, un chiripazo. Era parte de un conjunto de fábricas que daban otro aspecto a la ciudad de hace 100 años. El tiempo ha pasado, días tras día, hora tras hora, y no vemos muchas fábricas locales que digamos, como para repetir aquello de todo tiempo pasado fue mejor.