EL LIBRO NO TIENE SILENCIO

Por: Gerald  Rodríguez. N

Paranoicamente, un grupo de hombres del hemisferio creen que el libro virtual va a suplantar al libro de papel, que hará desaparecer su partida de nacimiento y que simplemente todo será olvido en el ADN de la historia intelectual y libresca. Será acaso posible poder olvidar la historia del libro que tuvo cuna en unos textos de naturaleza ritual o didáctica que se remontan, sin duda, en la China antigua, al segundo milenio antes de nuestra era. Los escritos administrativos y comerciales de Súmer, los protoalfabetos y alfabetos del Mediterráneo oriental atestiguan una evolución compleja cuya cronología detallada aún se nos escapa. En nuestra tradición occidental, los primeros «libros» son tablillas de leyes, registros comerciales, ordenanzas médicas o previsiones astronómicas. Las crónicas históricas, íntimamente ligadas a una forma de arquitectura triunfalista y a unas conmemoraciones vengadoras, son con toda seguridad anteriores a todo lo que llamamos «literatura ».  Los fragmentos fechados más antiguos de la Biblia de los hebreos son tardíos, mucho más próximos al Ulises de Joyce que a sus propios orígenes, que tienen que ver con el canto arcaico y con la recitación oral.

La escritura indudablemente expresa el ser más profundo que habita en el alma del hombre, convierte en carnes de palabras a los sueños, y estos mismos sueños hacen que sigamos soñando cuando activamos esa lengua que nos permite saber que mundos esconden esas palabras en los libros de ficciones.  Solo los libros nos permiten trasladarnos a los lugares más lejanos y hasta insoñables que el hombre crea para alimentar su alma y su sentir de la vida, dando ese horizonte que todos ser necesita para orientarse en su existencia. El libro no puede dejar de ser un flecha que se clava en nuestros ser y que nos solo se vengue de la ignorancia que agobia al hombre y  a los pueblos sino que en ella el hombre suelta su mayor esperanza de liberación total hasta llegar al triunfo de la sabiduría. El libro que ha moldeado el mundo hasta la arquitectura de hoy, que ha liberado mentes y hasta pueblos y naciones, en su función vital, el libro es el instrumento liberador del hombre y este su mayor aliado para dejar una marca a las generaciones que están por venir y que seguirán viendo en el libro la lanza de triunfo, para no dejar de existir, sino para que en el universo dejemos huellas de nuestra existencia.

El libro por la cual no tiene silencio ahora, ni creo que lo tendrá. Pero la mayor técnica que ha logrado la perfección es la escritura, y esta necesita del libro para expresarse. Esta técnica que expresa la oralidad semiótica de nuestra cultura o de nuestro ser será siempre la fórmula que traslade nuestra magia de sueños orales, religiosos y o amorosos a la expresión donde se concebirá la vida mediante la palabra impuesta en el papel. Aunque la danza y el canto ha ido poniendo en un segundo plano la composición de libros y la lectura de ella. La gente hoy en día prefiere más el canto que la lectura de un poema, aunque si se pudiera decir que en el canto está una forma de poesía, el desarrollo neuronal no ejerce el mismo resultado para el desarrollo de la inteligencia o esa habilidad para razonar cuando se canta o cuando se lee un poema. La actividad de cantar no es igual a la actividad de leer. Ni la actividad de componer una música que sea de gusto popular, no desarrolla la misma actividad que al componer un libro en la calidad de un Ulises, una Guerra y Paz, La Guerra del Fin del Mundo o un Santuario.

La ejecución instrumental del libro como objeto siempre tendrá miles de razones para su vigencia papelesca en el mercado y su importancia siempre saldeará razones para que no caiga en ese silencio a la que le están queriendo llevar, no solo la industria digital, sino las mismas autoridades responsables de que en el Perú y en nuestra Región no se lea más. Esto debe cambiar empezando por la escuela, y que esta  actividad  de la lectura tome las escuelas con ímpetu y que nos saque del último lugar en comprensión de texto en la cual fueron a parar nuestros niños y adolescentes de nuestra querida Región Loreto.