El letrero olvidado
En un lugar de San Juan, mientras la fiesta patronal anda en todo su furor, mientras se come plumíferas y se bebe como si se tratara del último momento de cada uno, hay algo que no encaja, que no funciona. Tanto gasto para divertirse oficialmente, tanto esfuerzo gerencial para esto y lo otro, tanto discursito de ocasión, tantos golpes de pecho y cosas así, mientras en ese lugar hay un letrero que dice a la letra: Aquí se construirá el teatro municipal. Nada menos. No sabemos desde cuándo vegeta ese aviso, esa señal, esa proyección; ignoramos si la actual gestión pintó esas letras con mano segura, y nada sabemos del día y la hora en que se pondrá la primera y la última piedra.
El teatro es una de esas obras que algún día se iba a hacer. El sueño tiene más de un siglo, como tantas cosas. Y la costumbre del letrero es un cuento viejo y sabemos que pocas veces se ejecuta. Sin ir muy lejos, en el antiguo local municipal, de cerca a la Plaza de Armas, había otro letrero que decía que se iba a levantar algo así como un palacio edil. Ahora hay un muro inútil. De manera que el letrero no nos impresiona, pese a la palabra teatro. Lo que sí nos impresiona es la cantidad de dinero que se gasta en vacilones. Como si fuéramos una ciudad próspera, del primer mundo, andamos de festejo en festejo. Así todos los años. Con la mitad del dinero arrojado al agua para celebrar este San Juan, se pudo hacer algo, aunque sea limpiar ese terreno, donde late el futuro teatro consistorial.
¿Cómo se puede gestionar con tanta eficacia para la cumbiamba y no para algo mejor, para edificar un teatro en Iquitos? El teatro es una obra necesaria salvo que un ciudadano, cuyo local perturba la vida de los vecinos, crea que es innecesario como el museo, pero el letrero no garantiza nada. Y puede quedar en el olvido como tantas cosas.