ESCRIBE: Jorge “Potrillo” Carrillo
Otorino Sartor, el legendario arquero de la selección peruana, campeón de la Copa América 1975 y guardameta del glorioso CNI falleció ayer jueves. Jaime Vásquez, director de este medio me envía un WhatsApp. Lo hace porque seguro recordó que en octubre del 2009 este periodista llegó hasta Chancay, gracias al suplemento deportivo de Pro&Contra, para entrevistar a dos grandes arqueros peruanos: Otorino y Juan “Papelito” Cáceres. Ambos jugaron en CNI.
En aquella oportunidad, aproveché que el bus que llevaba a CNI a Huaraz, para jugar con Sport Ancash, iba a pasar por Chancay, para pedir un aventón. En el viaje me sentoé junto a César “Chalaca” Gonzáles. Le conté que iba a Chancay en busca de Otorino Sartor y de Juan “Papelito” Cáceres. El entonces entrenador albo se sorprende y sonríe. Pregunta dónde está Pastor -utilero de CNI-. Le responden que al fondo del bus. Chalaca se agacha para abrir un maletín, saca un buzo azul y un polo blanco de CNI. Me dice: entrégale a mi tío Oto.
Luego de una larga charla con Chalaca sobre fútbol, es momento de bajarme. Cruzo la carretera y me dirijo al estadio. El periodista Carlos, de radio Líder, papá de la colega Georgina Carlos, me ayudó para saber dónde encontrar a Otorino.
Fue una entrevista inolvidable para el semanario deportivo de Pro&Contra. Es imborrable el rostro de Otorino, cuando saco de mi mochila el buzo que me dio Chalaca y le entrego. El exarquero albo esbozó una sonrisa. Le pido que se ponga el polo, lo luce con orgullo.
De aquella tarde recuerdo a un Otorino sonriente que seguro volvía a su memoria los partidos con la chompa gris que lucía en los partidos de CNI. Me habló de Víctor Vargas, su compadre. En aquel año, Otorino enseñaba en la Escuela de Fútbol de la Municipalidad de Chancay. El alcalde apoyaba de esta forma al exarquero de la selección peruana.
Me emocionó al estar frente a un legendario jugador de selección. Campeón de la Copa América 1975. Le pido que visitemos su casa, me dice que demorará en llegar. Luego algunas personas que fui conociendo en Chancay me comentan el por qué rehuyó a que fuera a su casa. Lo dejo para mí por el respeto que se debe tener por aquel ser humano que al hablar de fútbol se le humedecían los ojos.
Hasta pronto don Otorino Sartor. Para mí fue un orgullo poder conocerlo, sobre todo entrevistarlo. Que Dios lo tenga en su Santa Gloria, señor.