EL JUICIO DE LOS PUENTES

Cuando arribó el estiaje o la merma nadie sabía qué hacer con los puentes que quedaron varados o abandonados. Parecía que todo iba a ser como los años anteriores en que las tablas se perdían o descomponían, pero a esas alturas del partido las cosas habían cambiado. Las autoridades, para recuperar algo de la cuantiosa inversión, para no perder soga y cabra,  quisieron vender esas tablas para leña.  Pero los moradores que fueron beneficiados con esos implementos no permitieron que se fueran así nomás y realizaron acciones de protesta para que las autoridades dejaran en paz las tablas.  Era común entonces ver a las autoridades que, martillo en mano, desclavaban los puentes y los llevaban a los aserraderos para revenderlos a precios irrisorios, mientras los moradores no descansaban arrancando las tablas y haciéndoles desparecer.

La situación se volvió tan tensa que fue necesario la intervención de la justicia. El juicio dio para largo y permitió que autoridades y moradores, con sus abogados respectivos y sus argumentos a flor de piel, se entrampaban en una contienda sin precedentes. Los puentes pasaron a convertirse en el motivo principal de preocupación ciudadana y las noticias invadieron los medios de comunicación social. En ese vértigo pudo constatarse que los elementos de la justicia, tinterillo, fiscales y jueces,  querían tener algunas tablas como trofeos  además de sus pagos correspondientes.

Hasta ahora la justicia no define el rumbo o destino final de los  puentes.  En ese marco lo que desconcierta es la actitud de los candidatos que tenían a la tabla como símbolo. Cuando comenzaron los inconvenientes de los puentes esos candidatos se hicieron los locos, dejaron de aparecer cargando las tablas y desaparecieron un tiempo de la escena regional. Luego dieron la cara convertidos en cocineros que ofrecían varios preparados a los posibles votantes.