Lamentablemente para el gobierno el tema Belaunde Lossio va pesar mucho en las espaldas del nacionalismo. Un peso del que no se podrá recuperar ya que, cómo va la cosa, lo más probable que en este gobierno no se extradite al ex asesor y la jugada del arresto domiciliario en Bolivia demorará aún más el tema por lo que será un permanente recordatorio de caras a sus ilusiones de volver a tener cierto peso en las elecciones nacionales del próximo año.
Ese guión lo tienen aprendido sus opositores y será el talón de Aquiles de los nacionalistas. Y en poco tiempo la figura de Urresti se desgastará tanto que ya será un fusible quemado. Una pena para ellos porque su arranque podría haber resultado una buena estrategia, pero su exacerbada personalidad como cortina de humo y desesperada más por el tema Belaunde, lo acercó al despeñadero lo que sucederá prontamente.
Tal vez pueda tener un gabinete más de recambio, pero ya será el de cierre. Los Tpledistas reforzados repentinamente podrían ser una carta de salvación pero como van las cosas con Toledo parece que se trata de un político con poco fuste para el próximo quinquenio y como dijo Hildebrandt hace poco estaremos entre las babas y los mocos (Alan y Keiko) sino sale alguien que resulte realmente una alternativa. Una lástima porque este inicio del fin de esta gestión tiene buenos réditos que mostrar. No sólo el tema de carreteras, o mega obras en curso, sino y sobre todo algunas reformas lentas que sin embargo, de continuarlas, le traerán muchos éxitos para una posterior gestión.
Esto son los casos de la Ley de Reforma Magisterial y todo este movimiento nacional de capacitación en niveles, regiones y lugares con déficit educativos y la Ley Servir que ampliada, apurada y ejecutada podrían constituir los mejor de la gestión. Claro que estas reformas han quedado relegadas en su conocimiento porque la ley “Pulpin” parece lo más conocido de Humala en este campo. Un proyecto torpe que me imagino significa un coqueteo para quienes piensan ellos lo van a defender cuando se requiera el candidato de la “estabilidad democrática”, es decir esa derecha aristocrática que aplaude esta norma que de por sí ya no se sostiene.