Autoridad Nacional del Agua:  

Escribe: Percy Vílchez Vela

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De un tiempo a esta parte, en una dramática coyuntura de defensa de sus mismas vidas amenazadas, tantas comunidades nativas de la Amazonía del Perú vienen realizando gestas para denunciar la contaminación petrolera. Acciones de fuerza, tomas de instalaciones y de espacios, marchas de protesta y declaraciones en los medios de prensa, conforman esa agenda agónica. Estudios serios, por otra parte, han demostrado hasta la saciedad que la contaminación petrolera es un grave inconveniente.  Ahora resulta que todo ello es falso, porque las empresas petroleras no contaminan los ríos de la fronda, según reciente informe de la Autoridad Nacional del Agua. 

La entidad citada ha contratado los servicios profesionales de expertos tan benévolos que durante semanas realizaron monitoreos en las cuencas de los ríos Corrientes, Tigre y Marañón. Luego del análisis de las muestras, de los correspondientes estudios, concluyeron campantemente que las empresas petroleras, al extraer el oro negro, no contaminan los ríos amazónicos Es decir, el hidrocarburo sale como por una alfombra de seda y sin afectar el medio ambiente.  Todo está  bien entonces y la fiesta de la extracción puede seguir indefinidamente.

Esto es nuevo en esa actividad, pues es sabido que la sola extracción de ese recurso es contaminante por su naturaleza, su carácter y los métodos que se utilizan. Pero los expertos de esta historia dicen que no es así, que los ríos monitoreados se muestran invictos, libres de estragos, salvados de desastres. Después de tantos años de la explotación de ese recurso no hay lagos muertos, no hay peces contaminados y no hay hombres y mujeres que sufren lo suyo ante la explotación del petróleo.  De esa manera, esos expertos pretenden  borrar de un plumazo más de 40 años de graves afrentas al territorio y a los seres humanos.

Como si se trataría de un simple registro sin importancia los expertos describen a los ríos citados como para un manual decorativo.  Del río Tigre dicen, por ejemplo, que es una arteria fluvial de filiación ácida debido a la influencia fisicoquímica y a su actividad natural. El informe, sostiene, además, que esas aguas tienen una excelente oxigenación. En la evaluación solo se encontró concentración de plomo en las quebradas Bederyacu y San Jacinto, pero la presencia de ese metal no obedecía a la explotación petrolera, sino que era característica en los ríos selváticos. Como para no creerlo.

En lo que se refiere al río Marañón los benévolos expertos encontraron que existe contaminación, pero que esta era de origen casero,  edil y de la minería ilegal. Los residuos industriales que se arrojan a ese río, los botaderos de basura y los grifos flotantes son los mayores causantes de contaminación. Nada que ver con la extracción petrolera. En el río Corrientes encontraron que en 16 de los 24 puntos estudiados había concentraciones de plomo que no está directamente relacionado con la explotación petrolera. Así de impresionante el resultado del monitoreo.

Entonces, supuestamente,  los indígenas amazónicos están perdidos y protestan por protestar. Todo está bien en sus territorios desde hace décadas y ellos y ellas salen a cuestionar, a exigir, porque se les ocurre. Porque les da la gana. Los estudios anteriores realizados por entidades serias y con prestigio,  y que con datos, con cifras, han demostrado que existe la contaminación petrolera, son falsedades. Ello es absurdo. El informe de la Autoridad Nacional del Agua es una falacia. Sin ninguna duda. Para demostrarlo solo citaremos un solo caso de contaminación flagrante.

Nos referimos a la cocha Atiliano, sobre el cual escribimos anteriormente. El mismo se encuentra en la margen derecha del río Corrientes, pertenece a la comunidad de Pucacuro y en el informe publicado por el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana figura que ese lugar está absolutamente contaminado por la explotación del hidrocarburo. “En los análisis realizados  surgieron altas concentraciones de cloruro, fosfato, manganeso, metales pesados como el plomo, arsénico, cobre, zinc, etc. Los moradores de ese lugar no son ajenos a la contaminación, pues el 51.6 % de la población presenta metales pesados (plomo y cadmio) en la sangre”.