Escribe: Percy Vílchez Vela
En forma unánime, compartida, las autoridades de todo pelaje suelen celebrar las fiestas con puntualidad y despilfarro de recursos. Como el calendario anual está surtido de feriados, de rojos, de celebraciones, esos personajes no dejan de perder el tiempo en diversiones de todo tipo. En esos trances superficiales apenas les queda espacio y ganas para dedicarse a sus verdaderas actividades. El presente año ha llegado a la mitad de su recorrido, las clases escolares mal que bien ya comenzaron hace meses, y todavía no se implanta una campaña seria y rotunda para salir del último lugar en comprensión de lectura.
En el accidentado inicio de las clases escolares de este 2015 las principales autoridades hablaron hasta por los codos, y con inusitado optimismo, de la mejora de las condiciones educativas en la región. Nadie de ellos o ellas ignoraba las deplorables condiciones en que agonizaba ese rubro. Al fin y al cabo esas palabras eran simples discursos de ocasión, simple golpes de pecho, pues luego no se hizo nada para tomar al toro por las astas. Y esas autoridades, apelando al socorrido y estéril asistencialismo ocasional, se dieron al fácil deporte de regalar cosas, implementos escolares, mochilas surtidas, a los estudiantes. Así se les fue la ocasión de pensar en serio en la educación local. Ninguna de esas autoridades, ni en broma, propuso una jornada para acabar con ese lastre que es la lectura a nivel regional.
Desde que la encuesta Pisa comenzó a mostrar sus resultados deplorables, el descuido, la inercia, la falta de reflejos y de acciones tendientes a revertir la situación, fueron las respuestas más contundentes de las autoridades de entonces. Era el vacío como un dogma. Como si con ellos no fuera la cosa, esas autoridades no movieron un dedo y dejaron las cosas como estaban. Era sorprendente que no tomaran las medidas tendientes a mejorar ese lamentable último lugar. No entendieron que una sociedad renuncia al porvenir si sus estudiantes no comprenden lo que leen. Y así, como si se tratara de algo sin importancia, de algo banal, las autoridades renunciaran al futuro sin más. Algo que es un abuso o un exceso de incompetencia.
Esa manera de no hacer nada, de esconder la cabeza y dejar que las cosas sigan como están, se convirtió en un legado indeseable o en un manual que todos repiten sin mayores remordimientos. Desde hace años, mientras se repite el último lugar como una indeseable maldición, las autoridades no hacen absolutamente nada para revertir esa situación. Así las cosas los estudiantes parecen condenados a no salir nunca de ese lugar y a dejar los colegios sin poder descifrar un texto, sin saber leer, hecho que de todas maneras les coloca en desventaja frente a los que sí pueden comprender lo que leen. ¿Qué clase de estudiantes terminan con la secundaria entonces? ¿Cómo podrán seguir con sus estudios si no saben leer? ¿Qué futuro les espera más allá de sus evidentes limitaciones? En cualquier parte de la tierra la lectura sigue siendo el más importante medio para alcanzar el conocimiento. Y si nuestros colegios no insisten en enseñar a leer, quiere decir entonces que esos colegios, con honrosas excepciones, en realidad son centros que arrojan cada año analfabetos funcionales.
A nivel continental el Perú ocupa el último lugar en comprensión de lectura. El Estado nacional tampoco ha hecho nada integral y definitivo para salir de ese sótano. Basta revisar los manuales que edita el Ministerio de Educación para darse cuenta que los burócratas no saben qué hacer para convertir a la lectura en algo fundamental para la vida de los estudiantes. Como consecuencia de esa miopía o dejadez, la educación a nivel regional tampoco hace nada para salir del atolladero. La misma sociedad en su conjunto tampoco hace nada para acabar con esa lacra. Es decir, renuncia sin dar ninguna batalla a favor de la lectura. Es más de una manera increíble colabora con el mantenimiento del último lugar, puesto que nada dice contra el contrabando que infesta las aulas.
Escribimos sobre la nefasta literatura infantil y juvenil. Mediocres escribas, plumíferos de tres por cuatro, hacen su negocio con la demanda de lectura de los salones y cada año meten esa basura en las aulas contribuyendo a que continué el último lugar. Porque esos libros malos, escritos según una amañada receta, son la peor manera que tienen los estudiantes de ambos sexos de acceder a los libros. La literatura infantil y juvenil tiene otro mecanismo y tiene que ver con la calidad y no con una supuesta incursión en el mundo de los estudiantes de parte de los peores escribas que de pronto aparecen fomentando ese tipo de escritura. . En nuestro medio ese tipo de seudo literatura es una plaga que infesta las aulas todos los años, mientras se repite el lamentable último lugar. .
El presente año se ira de todas maneras y las dignas autoridades seguirán celebrando a lo grande los tantos feriados. No dejaran de regalar algunas mochilas más, pero no harán nada para acabar con el último lugar en comprensión de lectura. De eso estamos seguros. El año que viene volverá a salir la encuesta Pisa y Loreto seguirá ocupando el último lugar como si se tratara de una maldición escrita en los astros. ¿Y entonces que será del futuro de las generaciones?