De la Escuela de Policía:
ESCRIBE: Percy Vílchez Vela
En el kilómetro 4 de la carretera hacia Nauta se alza victoriosa la Escuela Técnica Superior de la Policía Nacional del Perú. El 18 de diciembre del 2013 fue una fecha aciaga para el señor Hobby Keith Pacaya Rodríguez, puesto que una Resolución del Consejo de Disciplina le separó de la institución cuando le faltaba una escasa semana para recibirse de policía. Su vida profesional se truncó de repente. Su delito no fue franca indisciplina, robo agravado a un compañero, insulto a un superior o cualquier otra modalidad delictiva que tienen en su código los uniformados, sino haber bebido una pócima oriunda para aliviar un mal del estómago.
(Fotos de indígenas, de pócimas vegetales, de juicios con jueces militares, etc.)
El señor Hobby Keith Pacaya Rodríguez nació en la comunidad San Antonio, aldea que queda en la zona de El Estrecho, pertenece al linaje de los Huitoto y desde niño cura sus males con el milagro de las plantas circundantes. Eso hizo en el local de la institución policial donde ya se iba a recibir para curar un dolor de estómago. No era su intención embriagarse en el ámbito donde estudiaba, sino aliviar el dolor que entonces sentía. El azar intervino para que fuera detectado mientras esperaba la ansiada sanación y allí comenzó su cautiverio. Sus superiores nunca tomaron en cuenta su razón cultural, su argumento ancestral, su verdad oriunda, y le separaron de la institución policial.
La Federación de Comunidades Nativas Fronterizas del Putumayo (Feconafropu) le ha dado una constancia de que es indígena y que por lo tanto tiene derecho a usar los bienes culturales de su linaje donde quiera que se encuentre. No puede ser ni juzgado ni sancionado por ser fiel a su cultura, por buscar soluciones dentro de los límites de la sabiduría ancestral. Es decir, para consumir algo tiene que pedir permiso o presentar un certificado, algo absurdo considerando que nuestro país es una nación formándose o deformándose con tanta sangre y cultura, pues quien no tiene de inga tiene de mandinga, según dijo don Ricardo Palma.
En realidad, dos fueron los huitotos separados de la citada institución, debido supuestamente a que cometieron el delito de beber una pócima para curarse. El otro caso lo veremos en su momento. En toda pócima de curación de males, de un tiempo a esta parte, siempre hay licor o aguardiente, pero ello no significa que se convoque a la simple y grosera borrachera. Pero nada de eso han querido comprender los jefes policiales que insisten en la expulsión de esos alumnos que estaban a punto de graduarse de policías, lo cual les frustra la vida. Así de grave es el asunto.
Es más, de acuerdo al alegato de la defensa a cargo del abogado Gabriel García Villacrez, el examen de sangre o dosaje etílico fue hecho de manera ilegal, violando el procedimiento y violando la misma ley, Es decir, se trataría de uno de los tantos abusos que ocurren en nuestro país contra los que no tienen un buen apellido, una buena fortuna y poseen el modesto color oscuro en la piel. Porque no hubiese pasado nada si los que hubieran tomado la pócima hubieran sido hijos de papá o hubieran tenido el padrino providencial que les hubiera salvado de cualquier transgresión. El racismo más descarado también anda en esa expulsión de nuestros compatriotas. No nos cabe la menor duda.
El caso de los huitos expulsados se encuentra en estos momentos en el Ministerio de Defensa como un caso más del abuso de los superiores que creen tener la razón, que desconocen la riqueza cultural de nuestro país y que piensan que todo lo que se refiere a los oriundos es salvajismo. Así pensaron hace siglos los castellanos, tantos expedicionarios y muchos viajeros, para quienes los nativos vivían en las tinieblas, en las cacerías de cabezas o en la alimentación a base de carne humana. Los expulsados han apelado y tienen toda la razón desde nuestro punto de vista que siempre opta por las víctimas y no por los verdugos.
En el gobierno de la inclusión, en la administración en favor de los marginados de todos los pelajes, los jefes policiales de dicha escuela pretenden frustrar la carrera y la vida de jóvenes que pertenecen al otro país, al Perú interior. Hay que impedir un nuevo abuso en este país de abusivos. En la conciencia de los presentes, de los actuales, no debe quedar esa expulsión como un hecho consumado. Es importante que la sociedad en su conjunto diga o haga algo en contra de esos jefes militares que no entienden la riqueza y la vastedad de la región de los verdores. ¿Qué hará después Hobbyt Keith Pacaya Rodríguez Pacaya si no vuelve a su institución? ¿Cómo vivirá el otro expulsado si le quitan el derecho a ser policía?