EL HOMBRE AMAZÓNICO

El hombre amazónico es dueño de los astros, de los seres geométricos y ocultos en el firmamento. Se apoderó de la sabiduría del cosmos y de sus líneas que definen el camino por recorrer en el espacio terrestre y celestial. De las líneas geométricas comprendió la razón de la existencia y los lleva puesto como mancha de guía para direccionar su andar solitario. En la marca trazada en su rostro, de cualquier figura que define su cultura, el hombre amazónico cree en los trazos lineales para adueñarse del tiempo, para alimentar su sensibilidad, para entender el mundo con otra ciencia. El arte de los pintados lineales deja de exhibirse como una cosmovisión para explicar una ciencia despierta y viva. Nada que sea trazado en el rostro o en el cuerpo es pura banalidad estética, pura imaginación filosófica que pretende explicar un hecho sin afinidad al mito, sino que ella es todo la explicación de un mundo con tendencia a la unidad en una sola idea.

En los rostros intactos del hombre amazónico está grabado el mundo mismo de los vivos, una línea que figura un solo patrón existencial que llevará la marca de la existencia en este mundo. La marcha del tiempo es interrumpida por esas líneas geométricas que buscan adueñarse de un solo camino para existir de una sola manera. Nada es inesperado, sino que solo se debe seguir con la vida ya trazada en el rostro y el cuerpo. Seguir la línea de la macha es adueñarse de la misma existencia. Para el hombre amazónico trazar la vida anticipada es la mejor manera de adueñarse del conocimiento.

En el ritual de las líneas, la fiesta no es pagana, ni siquiera un ritual fiestero de embriagadores, sino que el ritual de los trazos corporales es la suspensión del tiempo para adueñarse del futuro, de la vida sometida a la ciencia amazónica, es el adueñamiento de la lógica de los astros para que toda esa existencia sea armónica y real, unido a un solo patrón lógico, sin caminos tuertos y desbalanceados, sino que toda esa existencia, que es marcada con las líneas, debe ser perfecta en su rectitud y en su andar como la ruta perfecta que trazan los astros.

La consideración viva del hombre amazónico por una existencia perfecta y recta le llevó a apoderase de los astros. Adueñándose siempre de toda esa sabiduría celestial, el hombre amazónico no encontró mejor explicación para el desarrollo armónico de una vida correcta sino en la rectitud en la que están unidos los trópicos del cielo. Adecuar ese conocimiento a lo humano  y perfeccionar en la moral de los hombres fue siempre el oficio moral de los amazónicos. Una vida armónica, recta, y con amplios descubrimientos de la sabiduría oculta en los astros hizo que trazaran en toda su cultura una sola idea de perfeccionamiento.

Sus tejidos también llevan figuras geométricas que solo son vistas por el mestizo o extranjero como puro arte, en una sociedad donde las explicaciones de hechos oriundos no traspasan más fronteras de los conocimientos elevados del hombre amazónico que logró alcanzar. Porque para el hombre amazónico el trazado en tela no es mero arte rupestre, sino que esas líneas se convierten en un medio de comunicación con la rectitud y el camino a la perfección de que todo se armónico para la vida de la comuna, una relación unilateral con el cosmos y con la geometría del trópico.

El hombre amazónico no solo es un gran observador de los astros, sino que su descubrimiento de ello hizo que le llevara a dar un sentido verdadero a su existencia armónica para conservar la tranquilidad en su existencia tal como trasmiten los cuerpos celestiales. Un observador que logró descifrar la estética astronómica, superando su encandilamiento por las verdaderas razones de la existencia de los astros. De allí sus cosmovisiones, que luego se fundó en una ciencia, una ciencia rechazada por un occidente positivista y racionalista, una invasión e imposición extranjera que arrasó con el tiempo de los astros amazónicos y que solo dejaron de ellos puros recuerdos. El hombre amazónico en su afán de preservar la paz siguió las rutas perfectas de los astros para habitar en la soledad, en aquella extraña soledad que caracteriza al hombre amazónico.