ESCRIBE: Tato Barcia

Comencemos esta historia recordando el antiguo Palacio Municipal que se ubicaba en el centro de la Plaza de Armas de Iquitos. Fue construido en 1943 por el entonces alcalde aprista, Luis García Torres, quien además ordenó construir la carretera a Punchana y la primera piscina pública. En el año 1963 César calvo de Araujo pinta los murales de este Palacio Municipal de Maynas. En ellos representa el encuentro del río Amazonas por parte de Francisco de Orellana y la llegada de los vapores enviados por Ramón Castilla a la aldea de Iquitos, en 1864, fecha en que se funda Iquitos como puerto fluvial (recordemos que Iquitos nunca se fundó como ciudad). Año a año, las instalaciones del Palacio Municipal se usaron no sólo para trámites administrativos, sino que el imponente Salón Ramón Castilla ubicado en el tercer piso, fue escenario de la presentación pública de grandes personajes como el general Manuel A. Odría que visitó Iquitos el 15 de junio de 1953. Tal como se observa en la fotografía principal que acompaña este artículo, y en la que se observa también el ex-cine teatro Alambra y la antigua glorieta de nuestra plaza de armas.

El hombre de la frase «HECHOS Y NO PALABRAS» no era propiamente un navegante, pero optó por la ruta fluvial para visitar Iquitos. Hasta ese momento no había hecho gran cosa. Se embarcó en la cañonera “Marañón” con todos sus altos funcionarios y partió desde Pucallpa. En el itinerario fue escoltado y protegido por las naves América, Amazonas, Ucayali y otros barcos de la Quinta Zona Naval. La flota oficial acabó en el atracadero del malecón, frente a la Prefectura, donde fue recibido por el ministro de Educación, quien estaba recién llegadito de la capital vía aérea (Aeródromo Teniente Bergerie), así como el senador oficial Víctor Casagrande y las autoridades locales que saboreaban la gloria de la torta presupuestal que se les venía. El general desembarcó raudo y, de inmediato como le ordenaba su rango, partió hacia el Municipio donde se dio la recepción edil de rigor y un encendido discurso. Durante su visita a nuestra «Isla Bonita”, a tres días de su arribo, inauguró la Gran Unidad Escolar “Mariscal Oscar R. Benavides”, el colegio público más grande e importante de Iquitos.

Manuel A. Odría Amoretti fue un militar de destacada trayectoria. Participó como Jefe de Estado Mayor durante la guerra con el Ecuador en 1941. Fue después Ministro de Gobierno y Policía del gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, a quien destituyó en 1948, asumiendo entonces el control absoluto del gobierno, donde reprimió duramente a sus opositores, especialmente apristas y comunistas. «El Ochenio de Odría» como se conoce históricamente se dividió en dos fases: la Junta Militar de Gobierno (1948-1950) y la Presidencia Constitucional de la República (1950-1956). La administración del General Odría se puede catalogar como una gestión política de extrema derecha basada en el pragmatismo y en resaltar los valores nacionales. Era progresista y de arraigo nacional. Su lema era “Hechos y no palabras”, pero bajo un férreo gobierno militar enérgicamente antiaprista y anticomunista.

El general Odría fue un dictador afortunado, ya que de 1948 a 1956, durante el Ochenio, el Perú vivió, un importante crecimiento económico a tal punto que parecía que a Odría se le alinearon las estrellas. Inclusive se considera la gestión presidencial que más hizo crecer la economía peruana en el siglo XX (estos datos son del BCRP, Bruno Seminario y Gustavo Pons Muzzo). Odría heredó una economía en recesión y con inflación galopante, cortesía de su inepto predecesor, Bustamante y Rivero. No solo redujo la inflación de casi 50% anual a menos de 6% sino que sentó las bases de 20 años de rápido progreso económico. Con Odría la economía creció a una tasa anual de 6.5%. Asimismo, el ingreso por habitante se expandió 36% entre 1948 y 1956. Las exportaciones se multiplicaron por dos. La productividad, que mide la eficiencia de trabajo y capital, aumentó 3.2% por año, más del triple de lo que había crecido entre 1930 y 1948. Durante este periodo el Perú creció cada año 2.8% más que Chile y 1.7% más que el promedio de todos los países de América Latina.

El gobierno de Odría tuvo el viento a favor de la Guerra de Corea que incrementó el precio de nuestras exportaciones. Pero el desempeño económico del Perú superó con creces al de otros productores de materias primas. La política económica de Odría consistió en dejar libre la iniciativa privada desmantelando los controles cambiarios y de precios que tanta escasez y caos habían causado. La inversión privada, nacional y extranjera, fue el motor del crecimiento en el Ochenio. Grandes minas, como Toquepala y Marcona, se iniciaron con Odría. Esto dio la imagen de una dictadura “exitosa” que realizó un ambicioso programa de obras públicas que no se veía desde los tiempos de Leguía. Bajo el lema “Salud, educación y trabajo” llegaron, el Estadio Nacional y los ministerios de Educación, Hacienda y Trabajo. Esas moles de cemento simbolizaron los tiempos de bonanza. Promovió el deporte, y tuvo tanta suerte que los mejores futbolistas de la historia de nuestra patria nacieron durante el “Ochenio”: el nene Cubillas, el poeta Cueto, el cholo Sotil, el niño terrible Chale, el gran capitán Chumpitaz, Julio Meléndez, panadero Díaz, el chiquillo Duarte, el ciego Oblitas, el jet JJ Muñante, el patrón Velásquez, el trucha Rojas, Cachito Ramírez, entre otros.

La obra pública de Odría fue vasta y descentralizada. Edificó 31 grandes unidades escolares, 19 en provincias, más de 800 escuelas primarias en campo y ciudad, 37 escuelas bilingües, además de La Cantuta y muchos otros centros de formación docente. Construyó el Rebagliati (Hospital del Empleado); que sigue siendo nuestro más moderno e importante hospital, así como la planta de la Atarjea, de la que 70 años después se sigue bebiendo agua potable en Lima. Modernizó el Estadio Nacional. Odría nos legó una monumental obra pública sin endeudar irresponsablemente al país. Entre 1950 y 1955 el país registró superávits fiscales. Además, en su gobierno los trabajadores empezaron a recibir gratificaciones y participación en las utilidades. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver. El país se hundió cuando, entre 1968 y 1990, viramos hacia gobiernos de tendencia “socialista”, dejando de lado las sensatas políticas económicas de Manuel Arturo Odría, el general de la alegría.

Como es obvio, esta abundancia de obras públicas y la falta de una fiscalización originaron inevitablemente una gigantesca «Corrupción Pública», de la que se habrían beneficiado tanto Odría como sus allegados, y cuya investigación evadió al pactar con su sucesor Manuel Prado y Ugarteche el retorno a la democracia a cambio de una total impunidad. Posteriormente Odría intentó recuperar la presidencia por medios democráticos en dos oportunidades: en las elecciones presidenciales de 1962 y en las de 1963, pero no logró sus aspiraciones, finalizando así su carrera política pero con la tranquilidad que le brindaba el «Pacto de Monterrico» que lo blindaba de las acusaciones de CORRUPCION durante su gobierno. ¿Cuántos no querrán un pacto así con sus sucesores?

La situación económica que Odría dejó después de los 8 años que gobernó, fue muy buena. Pero menos de una década después el Perú empezó a joderse. Esto sucedió, cuando el general Juan Velasco Alvarado se adueñó del poder y gobernó, asesorado por la crema y nata de la intelectualidad de izquierda. La devastación que dejó en el país el conjunto de reformas emprendidas en esos años aciagos de dictadura militar fue peor que la que podría haber dejado un ejército enemigo invasor. Este personaje está considerado el presidente más nefasto de nuestra historia republicana, por la enorme miseria que produjo, con secuelas que se pagan hasta el presente. Aunque para los “intelectuales de izquierda” el resultado no cuenta, sino las intenciones; ya que son expertos en contar historias y fabular la realidad. A modo de ejemplo basta con mirar la reforma agraria de Velasco, que fue la ruina del agro. Y no fue ninguna reforma, fue simplemente la destrucción de todo un sistema productivo a cambio de nada. Gracias a esta “DEFORMA”, el Perú se volvió importador de todo lo que dejó de producir, incluso llegamos a importar papas de Holanda.

Para los lectores que pertenecen a una generación menor, quiero precisar que crecer significa producir más. Por ejemplo, este 2019 se espera que la economía peruana crezca entre 2.5% y 3%. En el 2018 lo hicimos un 3.9%. Pero este es sólo un indicador del comportamiento de la economía, pero lo ocurrido en lo que va de este siglo, nos puede dar una idea que la cifra importa poco si es que no se gobierna bien. Entre 2001 y 2006 (gobierno de Toledo), la economía creció 4.8% como promedio anual. El contexto externo fue muy favorable, debido al boom del precio de los metales asociado al crecimiento de China. El gigante asiático requería producir más para venderle a sus principales clientes: Estados Unidos y Europa que se encontraban dentro de un boom crediticio, que terminó en la primera crisis financiera internacional del siglo XXI, cuyo estallido fue en 2008. Durante el gobierno de Alan García (2006-11), la economía creció, como promedio anual, 6.9%, como resultado de la disciplina macroeconómica interna y la continuación del auge económico externo. Ojo que esa cifra incluye el 0.5% de 2009, que sin ello esta gestión hubiera alcanzado los niveles de crecimiento del “General Odria”.

Hay que reconocer también que lamentablemente en el aspecto político se comportó como todo un “dictador”, ya que “Manuel A. Odría” persiguió a los apristas como si se tratase de un grupo terrorista, y es que siempre tuvo en su mira al Apra; ya de ministro de Gobierno le pidió al presidente José Luis Bustamante reprimir a los “compañeros”, con los que hizo una alianza pegada con baba para ganar las elecciones de 1945. Bustamante no aceptó y meses después Odría desde Arequipa encabezó un golpe de Estado contra él, aduciendo debilidad frente a los apristas. En el poder, el presidente de facto promulgó la Ley de Seguridad Interior de la República, que dejó fuera de la ley al partido Aprista. Y es que para Odría el Apra era una amenaza, esto obligó a Victor Raúl Haya de la Torre a asilarse en la Embajada de Colombia, lugar donde no pudo salir por espacio de seis años, en vista que el dictador no le reconoció su condición de asilado político. A su salida, mucho del escenario político había cambiado. El también, pero con consecuencias serias para su partido.

Retomando al asolado primer edificio público de Iquitos. Es inconcebible pensar que nuestro “Palacio Municipal” fue demolido durante la gestión del ex-alcalde Salomón Abensur Araujo. Aunque es menester mencionar que este ya se encontraba deshabitado siete años antes porque al parecer el tercer piso no era seguro. Sin embargo, existen estudios de arquitectos e ingenieros civiles que concluyen que este edificio podría haber sido restaurado y reforzado en sus cimientos fácilmente. Se hace necesario indicar a los lectores que el proceso de demolición de este edifico, se llevó a cabo a pesar de existir un proceso judicial en contra y sin contar con la autorización del INC-Loreto, pues a pesar de no ser Patrimonio Monumental, en su interior se encontraba los dos murales del famoso pintor Cesar Calvo de Araujo. Esta demolición se efectuó de manera lenta y premeditada, para burlar la justicia. Primero se derribó el tercer piso y los interiores y posteriormente el segundo piso, lo peor de todo es que los Iquiteños también vimos borrados lentamente parte de nuestra historia, de nuestros recuerdos y porque no, de nuestra identidad. Y como presagio queda como anécdota que al intentar sacarlos, una voraz tormenta, trajo abajo la pluma de la grúa que trataba de llevar a cabo su cometido, la cual cayó de bruces sobre la casa más antigua de la ciudad, el inmueble cuyo primer propietario fuera el cauchero Carlos Fermín Fitzcarrald.

Aunque suene increíble al final ganó la desidia, la incultura y la improvisación para que tuviéramos la desdicha que se demoliera el palacio municipal que adornaba con sus toques de los años cuarenta, al ornato general del centro histórico de Iquitos, en un claro atropello a nuestra historia. Cabe agregar que en su lugar hay un terreno baldío como prueba muda de este improperio; debido a que el Instituto Nacional de Cultura ha demandado en tres procesos administrativos contra la Municipalidad el daño infligido al Patrimonio Cultural y Arquitectónico de nuestra ciudad, sin que hasta el momento exista una respuesta ni acto de contrición alguna por parte de la Municipalidad Provincial de Maynas que por su forma de actuar, parece demostrar un profundo desprecio por la historia y la cultura amazónica.