Por: Moisés Panduro Coral
Durante 40 años el petróleo extraído del subsuelo loretano ha sido transportado a través del denominado Oleoducto Norperuano. Con un recorrido total de 1106 kilómetros que abarca desde San José de Saramuro en el río Marañón hasta el puerto de Bayóvar (Piura) en la costa norte del Perú, y que incluye un ramal que se extiende hasta Andoas en el río Pastaza, el oleoducto administrado por Petroperú ha sido un componente determinante del proceso de explotación y refinamiento de hidrocarburos al incidir significativamente a favor de un menor costo final de producción. Alguna vez leí que esa incidencia estaba alrededor de 25-30% respecto de otra modalidad de transporte.
El oleoducto actualmente está en reparación después de que su deterioro en varios tramos generara derrames petroleros con cuantiosos daños a las corrientes de agua y bosques aledaños, a la fauna y a las especies hidrobiológicas, así como a la salud de diferentes poblaciones rurales, principalmente indígenas. De acuerdo a un informe de la OEFA, la causa central de ese deterioro es la falta de mantenimiento preventivo y predictivo por parte de Petroperú, a pesar de que dichas labores están contempladas en su programa de manejo ambiental, lo que habla por sí mismo de la precariedad operativa de esa empresa. Realizar el mantenimiento y el reemplazo de las secciones averiadas o por averiarse llevará un año, pero esa es otra historia.
El negocio del petróleo ha entrado en una etapa de vacas flacas con el precio del crudo por los suelos. La producción de los lotes se encuentra en un nivel de baja rentabilidad, poco atractiva para el inversionista. Por eso se ha planteado que, una vez superadas las causas que han originado el cierre del oleoducto, se establezcan tarifas promocionales para su uso, garantizando de esa manera la continuidad del Lote 8, el inicio de la producción en el Lote 64 y el reinicio de las actividades en los lotes 192 y 67. Esto indica que el oleoducto seguirá cumpliendo con su misión de transportar el crudo que le ha sido dada.
De allí que, en muestra de reciprocidad con lo que representa el oleoducto para la economía nacional y considerando la postura permeable del presidente Kuczynski con los proyectos de la región Loreto, pienso que es el momento de proponer al gobierno un proyecto que garantice la seguridad y diversificación energética de la región más grande del país en el marco de un gran proceso de desencadenamiento de factores que le saquen del estancamiento en que se encuentra. Este proyecto es la construcción en un plazo de 8 años de un gasoducto nororiental que podría venir hasta Iquitos mediante la adición de un ramal del Gasoducto Norte que ya está en la etapa de estudios y que recorrerá Junín, Pasco, Huánuco hasta llegar a Trujillo y Chiclayo.
Las soluciones que se están planteando a la crisis del gas son válidas solamente para la coyuntura. Fomentar la competencia con el ingreso de nuevas empresas que rompan el monopolio, la intervención de reguladoras que después de un largo tiempo recién se enteran de la crisis; subsidios al transporte como lo está haciendo el gobierno regional de Loreto, o una norma que establezca exoneraciones del IGV que nos recuerda al ilícito negocio de contrabando del combustible, entre otros, harán que, en el mejor de los casos, el balón de gas cueste entre 44-45 soles.
Pero un balon de gas en Lima cuesta 23 soles porque hay gasoductos en operación. Por tanto, la solución estructural a largo plazo es la construcción de un gasoducto nororiental, la única y definitiva manera de reducir drásticamente los precios a favor del consumidor, darle sostenibilidad a la política de descentralización económica y fiscal, y equiparar la canasta básica de las familias loretanas con el resto del país.